domingo, 6 de julio de 2014

Te pareces a mí, cuando un hilo de baba escurre por entre  tus dedos
no le das importancia y experimentas el sabor.

El mal tiempo es presagio de tu ausencia.
y aun así decides irte sin sol
Entonces te tomo de la cintura, y como en un gesto de hombría
arrimo tu ser al mío, con fuerza, la delicadeza ni en los dioses.
retrocedes y forcejeas, porque tu libertad es sagrada.
Te miro a los ojos, como el siervo mira a la hiriente flecha.
introduzco mis dedos en nuestro ser
e hilos trasparentes anuncian otro  momento
te aferro hasta mi y lo ruego;
vuelvo a ser tú
tú vuelves a ser para mí.






miércoles, 9 de abril de 2014

Las trampas de Sabinsky


¿Un diez?   Para mí es fácil, mientras mis amigos dejaban trozos desgarrados del intelecto frente al verdugo de los finales, para mí todo era fácil.  Podía ver hasta al  más intelectual sufrir antes los duro exámenes de la maestra Sabinsky Veinte cuartillas de un ensayo, cientos de ante proyectos, reporte y exposiciones, aquella carrera de facilidad implícita para todos, se trasforma en la pesadilla de cualquiera.  La inexactitud de las ideas, la hermenéutica subjetiva, las ideologías que son inexplicables o no siempre existen palabras que lo expliquen a totalidad. No existe método para ello.
-Pobre de aquel ingrato que subestime el pensamiento y la palabra-. Dice Manuel con cierto snobismo en su voz.
-Hasta las matemáticas requieren de una teoría-. Contesta otro de los compañeros. Se arman grandes debates para justificar lo exhausto de sus mentes y la guerra cruel que tienen algunos frente a la hoja en blanco.
Yo camino por la escuela con tranquilidad. Mis amigos y compañeros notan poca vehemencia  en mis trabajos finales y sobre todo en los trabajos de la maestra Sabinsky. 
-Pasaré, les digo, es cuestión de tiempo-. Una mano firme se posa en mi hombre y todos detienen el aliento. La dueña de la mano me dice un apenas audible acompáñame. Camino detrás de ella, en silencio, en espera,  alerta a cualquier movimiento que pueda hacer mi acompañante. Me guía hasta los salones lejanos. Espero mi muerte. Entonces, la fiera ataca y captura a su presa. Comienza a darme de fuertes golpes en el cuerpo, golpea tan duro con los labios que me corta la respiración. Es cruel, porque aun sabiendo que la excitación me deja sin aliento continua amordazando mi boca. Su crueldad es tanta, que termina masajeando mis pechos, duros y cándidos; se detiene.  La memoria la detiene, ¿será acaso que yo no huelo a cigarro y sudor? la incita a un viaje al pasado, recuerda un verso de Ulalume “la memoria nos cambia de lugares sin movernos de nuestros sitios” y me sonríe. Yo apenas si reacciono, sigo ebria y embebecida entre el sabor de su saliva y la violenta pasión de unas manos grandes, unas manos tersas, sus manos de tiempo, sus manos hechas al cuerpo de una mujer, hechas a las páginas de los libros. Su cuerpo huele a hojas, a cientos de hojas amarillas, a cientos de hojas que debería estar llenado para terminar su ensayo.
¿Pasa algo, maestra?-. Le pregunto, pero no dice nada. Levanta la mirada y sonríe, me dice que en otro momento. La sesión de accesorias quedará pendiente el día de mañana en su casa a las cinco. Yo como siempre diré que me parece correcto, porque no logro entender la posmodernidad, necesito de su ayuda.
¿O es que acaso quieres reprobar?-. Pregunta. Niego con la cabeza, ella sonríe y se marcha.
De nuevo en su habitación y un olor a cigarro penetra en todo, un olor a cigarro y sudor que no es de ella nos invade mientras hacemos poesía. Comienzan a surgir cientos de figuras retóricas, el ritmo nos acompaña mientras la métrica ya no tiene cavidad. Ya no hay metros entre nosotras, ni siquiera centímetros. Su cuerpo choca contra el mío hasta llegar al encabalgamiento. Encabalgamos durante minutos, hasta que el poema es tan sublime que terminamos temblando una a lado de la otra.
Sé que he pasado el examen. Para mí es muy fácil conseguir un diez. Aun así, prefiero pedirle la calificación en ese momento. Ella no contesta, se pone de pie y toma un libro de poemas. La Euclidiana de Leduc sale de sus suaves labios.
Interprétalo-. Lo intento, pero en su mirada hay un dejo de arrogancia.
-mal, mal, mal-. Lo repite tantas veces que volteo a mi alrededor, esperando las risitas de mis compañeros. “La memoria nos cambia de lugares sin movernos de nuestros sitios”.
-No puedo-. Le dijo-. No sé de qué habla Leduc.
Aleja el libro de nosotras, y recita el poema de memoria. Comenzamos a trazar la geométrica del poema. Sus piernas se juntan con las mías, y en un suave roce de nuestros pechos y nuestro sexo termina el poema. Lo entiendo. Al final entiendo entre gemidos y sudor de qué habla Leduc
-De nosotras-. Me dice Sabinsky.- Aquí tienes tu diez.

martes, 11 de marzo de 2014

No soy poeta

I

Yo no sé que escribo
pero cada que escribo
algo en mi fluye,
será la miseria con la que he nacido.
la injusticia o la impunidad con la que a diario vivo.

yo no sé que es,
pero quema el fuego
y lo apaga sin consumirlo.
¿será el alma?
¿será la tinta hecha palabra?
¿será, tal vez, que si no es cuerpo es verso?

Mi vida es el capullo
fémino que abrazo,
busco escribirlo para no olvidar
el sabor, el olor, de aquel pistilo
que saboree con la mano.

Yo no sé que será,
será un arranque de
pasión y dolencia.
Escribir duele, soy
 masoquista de mis propias letras.

Yo no sé que escribo
pero escribo porque
si no lo hago, una
afilada puntilla entra a mi cuerpo;
si no escribo, me consumo en las olas
de éste, mi mar desértico.

Yo le escribo a lo que se mueva
y me acuesto con la luna
yo le doy un abrazo a la enemiga
y a la amiga  le tomo la cintura.


II
Van las madres llorando
van bajo negros velos que cubren su tristeza,
allá van todas, y van juntas
pero cada quien lleva su dolor
bajo el brazo.

Van las madres y no logran acallarse,
en su pecho hay un grillo, ese grillo
escandaloso que se quiere revelar

van marchando, van gritando
y en su vientre se escucha
la sangre que alguna vez fue cuerpo
el recuerdo que se vuelve nada.


Van las madres en las calles
y van gritando a los demás
que les regresen a sus hijos
que en este infierno no existe la paz.



Lloran los pedazos de lo que eran en la arena
llora pero no de dolor
a lo lejos un mechón de cabello es levantado por el aire
y comienza  a sollozar.


Las manos de Rocío están hechas de sol y podredumbre.
ella recuerda el beso del primer amor.
Mientras los purpuras labios encendidos de Gloria
susurran una canción.
Azucena extraña con todas sus entrañas a su madre y a su abuela,
que se han esparcido por la tierra.
Mientras María, con apenas trece, sueña con volver a las muñecas.


Lloran los pedazos de todas en la arena
esta arena tan escasa de agua y con ella la justicia
Van las madres en las calles
van gritando y van llorando
cada una bajo el ojo
llevan años de dolor.

jueves, 6 de marzo de 2014

ESPERANZA


El lacre de tu medula
Se extiende por toda la tierra
Efervecente es el abono natural de éste lugar
Del desierto nacen flores de sangre y miedo.
En la sierra el peyote,
En la cuidad nada crece, nada, todo se muere.
La carne desollada de una burocracia sin alma
Que no se escape tu brío
Pulcra fisionomía
Brío desplomado
Brío atormentado
Eres el abono de este desierto de sangre.
El brío como una gota de agua que se desvanece en un vaso
Así mismo desapareciste,
Así mismo les pasará a nuestros hijos,
Y nos asimos a las explicaciones  humanas
Tan morales y pendejas, que apestan a mierda
A kilos de mierda que yacen sobre tu inmune cuerpo.
Tu nombre, se ha  convertido en la paradoja más cruel
En este desierto no existe tal esperanza
Te desvaneces con la palabra
Esssss
            Peeraaanzaaaa
Esa palabra que se vuelve digerible en nuestras bocas
La palabra que nunca muere, ¿en dónde estás ahora?
Y los líderes se rascan los huevos, sus grandes huevos,
Sus enormes huevos de toro, de padre injusto, padre asesino
Que raya las paredes de mi útero con su espada, y se dan
La vuelva, buscando las respuestas en ojos inocentes.

Son ellos mismos, gritan las madres, las hermanas, los hijos
Y el pueblo se levanta en voces que dice y no dice nada
Que hacen y se vuelcan sobre si mismos
Y ya estamos cansados, sí, y  por eso dormimos.
¡Vivan las madres y las hijas!
¡Vivan los pechos sobre la arena!
El hueco desgarrado por la furia
Ese hueco maldito, el hueco de la desventaja física
El hueco que palpita
El hueco amigable
El hueco maldito
El hueco con dientes
El hueco bendito,
El hueco que da vida
El hueco que la quita
El  hueco que no sana, dice Paz
El hueco, el maldito hueco.
Que permite al agresor el goce cálido que se guarda
Para el amante.
No es culpa de la esperanza ser una mujer,
Ser mujer es una maldita bendición y eso lo sabemos desde niñas.
Desde del toqueteo del tío, o la mano alzada del noviecito,
Aguántese, aguántese ¿pa´ que se pone tacones? ¿pa qué usa minifalda?
¿Pero quería venir de fiesta?
Nos condicionan, nos generalizan, nos toman, nos dejan
Se llevan, no traen, somos la naturaleza en carne viva.
Podrán desgarrarnos el vientre, las caderas, los pómulos
Cada brazo, cada uña o cabello, pero nunca nos tendrán completas
¡Viva la esperanza¡

Esperanza  ¿dónde estás, Esperanza?

miércoles, 30 de octubre de 2013

5 años

Siempre ha sido ese el problema, el problema es que nadie entiende que el amor también madura,
ese amor que nos venden en frascos, 
es un breve periodo de tiempo
todo queremos sentir el amor de las entrañas, el que palpita sobre el vientre
el amor que consquillea, el que duele como un piquete, 
el que suda las manos, aquel amor que te sonroja los labios.
el amor que te permite tragarte sus babas,
el amor que te inflama la panza, 
el amor que te irrita la entre pierna, que te hincha los pezones.
ese amor que no puede quedarse así, porque qué hueva
qué puta hueva.

Ese amor que tú y yo conocemos. Ese amor de pendejos, de querer jugar a ser niños para siempre, ese amor de las peticiones y las complacencias, ese amor superfluo de postits en el carro, de flores en la oficina.
No...no...
Nuestro amor ya es otro. Nuestro no es de perro, de mover todos los días el rabo cuando te veo. Nuestro amor es de mover el rabo y de que sepas que es porque te quiero, nuestro amor es de "tengo comezón" y sepas dónde y cómo me gusta que me rasques, nuestro amor es de papel, sí de papel
de "No hay papeeeeel..." y que tú ya estés en la puerta para dármelo. De abrazarnos y besarnos antes de dormir, y al sentir la pesadez del día darnos la espalda y dormir, dormir como la pinche gente no ahí entrelazadas, buscando nuestro espacio. Nuestro amor es de roncar, de tirarnos pedos, de ir  a cagar cuando alguna se está bañando, de bajarle. De lavarme los dientes mientras meas, de mear mientras te lavas los dientes. Nuestro amor es de bañarnos juntas y disfrutar nuestros cuerpos, nuestro amor es de compartir la ropa, porque ya sé que chingo mucho pero somos simétricas y eso, eso me encanta.
Nuestro amor es ya de abrazaste sin que lo digas, de ayudarte sin que lo pidas.
Los expertos y yo misma hemos llegado a  la conclusión de que nuestro amor rutina, esa una mala broma que te hacen los años. Nos han dicho tanto lo que es el amor pero aun sabemos tan poco que a lo nuestro no saben aun como llamarle.
 Dicen que esa rutina es la pezades, es el momento frivolo del amor. Pero no nos hagamos pendejos, hasta el más fiel ha querido alguna vez sentir otro cuerpo, sentir otra carne
el truco está en comprender que no hay más carne que tu carne, que no hay más ronquidos que los tuyos
que no hay más cabellos que tus hermosos cabellos de carbón.
No hay otra como tú, no hay otra como yo...  en parte siempre he sido yo... por querer sentir la frescura del amor nuevo, de pensarnos como al inicio, devotas y frescas, ese es el problema del amor, que queremos que no cambie, no le permitimos que cambien porque vemos su final.
Y quiero que tú seas la misma, y quieres que yo sea la misma
en un juego que aun después de cinco años no sabemos jugar bien
y vamos a ciegas, vamos eternas, pero de la mano.




miércoles, 9 de octubre de 2013

Astro Clestino

Mírala y mírate, cual narciso en la fuente,
mírala como solo tú sabes mirarla.
con tácito asombro, con prudente deseo.
Cae a su pozo de miel, obrera.
Sin detener la labor.

Frota tu cuerpos con el suyo
siente
s
  u
    a
     v
       e
           y
      leeeeentooo
como se serigrafían sus pechos, sus caderas,
como las espaldas de tololoche suenan;
entre la maleza  te descubres simétrica
entre tanto cuerpo te descubres idéntica y hermana.

Empericada en su cuenco.
Se escucha el aliento de la aurora
que sale por su boca, bufando como bestia.
La diestra le atormenta la boca,
mientras la izquierda le acaricia los recuerdos.
Entre ahogos por fin sale, y sale hermoso,
en su miel yaces aferrada, obrera.
Orgullosa de tu trabajo.

Cada quien a su sitio, que el astro es celestino.




miércoles, 18 de septiembre de 2013

Los techos de septiembre

(acto único)


I Escena 

Juana: Seguro que se subieron por nuestra casa, ya ven, no sería la primera vez que lo hace.
Francisca: ¿Pero cómo? si está rete alto.
Ester: Es  muy fácil, si ya tiene maña, nomás se apoyan en las rejas de nuestra barda, así suben y recorren nuestro techo, así se metieron.
Mariela: Cabrones, ojalá que Doña Julita venga a jalarles las patas.
Ester: Qué dices, no juegues con eso. Lo que debemos hacer es hablarle a Julián, decirle que han intentado meterse a la casa de Julita. Seguro él tiene llave, nadie más tiene llave, seguro él ha de poderse comunicar con los hijos, con los que estén a cargo de la casa ahora.
Juana: a lo mejor nadie está al pendiente.
Francisca: ¿Le llamaron a la patrulla?
Juana: les llamamos dos veces y nada. Le decía a Mariela que a la próxima les decimos que unos muchachos revoltosos están haciendo un rave. ¡Eso! Menores, consumiendo drogas y alcohol, verán como llegan volando.
Mariela: y hasta de tres patrullas tendremos afuera. ..
Juana: menores drogados y borrachos.
Mariela: indefensos…
Juana: y drogados y borrachos
Mariela: e indefensos…
Ester: pues sí, a la otra hacemos de los criminales las victimas para que se haga justicia. Pero ahora vámonos, que cada quién tiene sus tareas. Juana y Francisca a trapear y barrer. Mariela, ayúdame a recoger las camas.
(Mariela sale)
Juana: qué raro tú, ¿ustedes?, ¿La cama?, qué raro.
Ester: bueno, tú las camas y todas las demás a alimentar a los animales.
Francisca: yo no quiero alimentar animales, ya bastantes animales he alimentado en mi vida.
Juana: esos animales son responsabilidad que tú solita te has echado, reina.
Ester: ya estuvo bueno pues. Cada quien que haga lo que quiera hacer, pero que lo haga bien. Que las cosas o se hacen bien o mejor no se hacen.
Francisca: que no se hagan, de todos modos las cosas nunca salen bien. Y menos cuando se nos imponen, nadie hace bien las cosas cuando le obligan a hacerlas.
(Sale Juana. Entra Mariela cargando unas sobre camas)
Mariela: se escucharon otra vez, andaban arriba con pisadas de gato.
Ester: ¡Esos cabrones!
Francisca: ¡qué miedo!, qué tal que se nos brincan más.
(Entra Juana)
Juana: ¿Ya escucharon? Parece que son como tres.
Ester: que nadie salga, vamos a poner algo de música para olvidarnos del tema. De todos modos, ahorita voy con Julián para avisarle y pedirle las llaves.
Mariela: primero me llevas a mi casa, quiero ir por unas cosas.
Ester: primero lo primero. Que las cosas o se hacen bien o mejor no se hacen.
Francisca: qué les parece algo de José  José, también tengo algo de  Los panchos.
Juana: mejor algo más movido, una de The Killers, algo de The Beatles
Mariela: el caso es que tenga el “The”
Ester: pongan lo que quieran, pero pónganlo ya.
(Ponen música disco)



II escena

Mariela: Ayer no se escuchó ya nada. Seguro que les dio cargo de conciencia y se fueron. Han de haber visto el espíritu de Julita rondando la casa, los han de haber asustado los recuerdos de la pobre anciana.
Juana: O seguro ya se chingaron todo, hasta los recuerdos. Sea como sea, ¿escuchaste los cohetes?
Mariela: ¿Cohetes? No escuché nada te digo.
Juana: ayer hubo cohetes. No puedo creer que nos los escucharas. Se escuchaban a los niños sobre los hombros de sus papás,  a las trompetas y las matracas. Los gritos. El grito del pueblo.
Mariela: ¿Qué decían los gritos?
Juana: ¡VIVA EL IVA, VIVA CHIHUAHUA, CHIHUAHUA, VIVE, VIVE, RESUCITA CHIHUAHUA, DESPIERTA, LEVÁNTATE, SIENTE CHIHUAHUA, ALERTA CHIHUAHUA!
Mariela: no, yo no escuché nada.  Yo dormía, dormía en verdad, dormía porque es lo único que puedo hacer por ahora.
(Entra Francisca)
Francisca: yo también escuché. Pero nadie  gritaba, todo lo contrario, eran susurros.  Susurros de aquellos, seguro se volvieron a meter, ahora como que ideaban un plan, pa mí que planean llevárselo todo, hasta las plantas y los trastes de plástico, TODO.
Mariela: … Y los recuerdos.
Francisca: y todo…
Mariela: (reflexiona) mientras no se lleven lo de nosotros.
Francisca: ¿Y qué hay de Julita? Son sus cosas,  y seguro que no querrá que se lo lleven todo, qué pasa si volver, si alguna vez vuelve y no encuentra nada, imagínense su tristeza, su dolor al encontrar la casa vacía.
Mariela: perder sus recuerdos es lo más triste…y ¿qué podemos hacer?
Francisca: No sé, velar, vigilar por turnos, para ver quiénes son los hijos de la chingada que quieren perturbar el interior de la casa.
Mariela: y cuando los veamos ¿qué hacemos?
Francisca: cuando los veamos les decimos que dejen de hacerlo, que respeten a los difuntos y sus cosas. ¡Arriba las manos o disparamos! Y les aventamos con brasieres y calzones y…
Juana: ya salió el peine…
Francisca: ¿qué quieres decir Juana?
Juana: ah, nada, que lo mejor es mantener la distancia.
Mariela: eso digo yo, no vayan a venir encabronados aquí, y ahora hasta a nosotros por chismosas nos lleva la chingada.
Francisca: Julita también era re chismosa…
(Silencio incómodo entre todas)
Juana: no, yo me refería  a mantener la distancia de esos cabrones a con la casa. Nadie puede entrar ya, nadie. Mañana mismo le digo yo a Julián que nos dé la llave, y hacemos rondas.
Mariela: yo pido en la mañana
Juana: yo la de la tarde
Francisca: yo ni de pendeja hago la nocturna.
Mariela: tú la nocturna con Ester.
Francisca: ni madres, yo de noche ni a la esquina.
Juana: es cierto, si son muchos, seguro que necesitamos estar todas para poder contra ellos.
(Entra Ester)
Ester: supongo que ya todas terminaron sus quehaceres.
Juana: hacemos más que eso, estamos planeando cuidar la casa de Julita, vamos a hacer rondas y a ver qué…
Ester: ¿Rondas? Ni siquiera pueden seguir el rol de la casa y quieren hacer rondas para cuidar las ajenas. No, no voy a permitirlo.
Mariela: qué bueno, porque seguro te encabronabas con el horario de ronda que te iba a tocar.
Ester: dejen de hacerse tontas, y mejor terminen sus quehaceres.  El piso está muy sucio y los sillones llenos de pelos de gatos, ya se están apilando los trastes y es mejor que los limpien antes de que se apilen.
Mariela: Ya vas a empezar de fascista
Ester: ¡No es fascismo! Quiero que me ayuden, llevo tanto tiempo aquí, aquí inmóvil, mirando por la ventana, inmóvil, ya es mucho tiempo. Ya es suficiente, ya son muchos días, ya fue mucho mi estudio ¿y para qué? Para que los hijos de los dueños sean los que ocupan mi puesto, para que las palancas sean las que muevan el engranaje de este gobierno, palancas, hijos de los papás, las palancas que mueven a mi país las mueven los hijos de los papás… ¿Fascista dijiste?
Mariela: olvídalo, no quise decir eso…
Ester: ya lo dijiste.
Juana: Bueno, bueno, ya.  Ahora puedes hacer algo más Ester, necesitamos de tus conocimientos, tal vez puedes darnos pistas, serás el detective.
Ester: ya estamos muy grandes para eso…
Mariela: y muy jóvenes para no hacerlo.
Ester: …va pues, preparen todo. La guardia nocturna la hacemos todas, chin, chin la que se duerma.


III Escena 

Juana: ¡Demonios, no puede ser!
Mariela: ¿Qué pasa? ¿Las conseguiste?
Juana: no, Julián dijo que las llaves las tiene ya la familia, que no viene sino hasta pasado mañana
Francisca: ¿Pasado mañana?
Juana: lo sé, seguro que para mañana la casa de Julita no va a tener ni pisos.
Mariela: ¿qué llevas ahí?
Juana: ahí dónde
Mariela: ahí, en las manos.
Juana: comida.
Mariela: ¿Otra vez?
Juana: … parecía tener hambre, sabes que no puedo evitarlo, sus ojos, su tristeza, no puedo dejar que pase hambre, no puedo. Lo adoptaría si no fuera por Ester y sus dogmas de convivencia.
Mariela: no te preocupes, yo te entiendo. Sabes, dicen que cuando alimentas a uno, nunca se olvida de ti. Siempre lo recordará. Seguro que se acordará de ti entre los tejados y te maullará una canción de amor.
(Entra Ester corriendo y agitada)
Ester ¡LOS VI!, ¡LOS VI!
Francisca: ¡¿estás segura, cómo eran?!
Mariela: ¿llevaban armas?
Juana: ¿cuántos viste?
Ester: Eran cientos, cientos y llevaban púas en las manos, todos iban de negro, con los ojos muy abiertos y amarillos. Vienen en grandes autos, seguro planean llevárselo todo.
Juana: borrachos y drogados.
Mariela: e inocentes.
Francisca: ¿qué vamos a hacer con ellos?, debemos hablarle a mamá, ¡que vuelva, qué vuelva no quiero estar aquí sin ella!
(Francisca se echa a llorar sobre el piso)
Ester: saben que lo estamos esperando, saben que los hemos estado espiando.
Mariela: ¿Los escuchan? ¡Son ellos, están cerca del tejado, están muy cerca!
Juana: Mariela, Ester, vamos por las armas, debe haber algo más que brasieres y calzones en esta casa,  debemos estar preparadas.
Mariela: se escucha  un mariachi a lo lejos.
Juana: es parte del momento épico.  Hasta la Ilíada tenía su armonía.
Mariela: mira los cohetes, todos dicen VIVA, VIVA, VIVA. Mira el rojo, como apaña el cielo con gozo, el blanco apenas si se difusa, el verde no parece muy claro…
Ester: Ya están muy cerca, los veo acercarse a la puerta en un automóvil blanco. ¡Están por bajar!
Francisca: ¡los techos, están ahora en el techo… sus pasos de gatos, sus pasos de gato sobre el tejado!
Juana: están maullando una tierna canción, es mi canción, es una canción de amor.
Ester: ya entraron a la casa, ¿qué hacemos?
Mariela: mirar el cielo… (Embelesada con los juegos artificiales)
Juana: ¡griten, griten VIVA MÉXICO, VIVA CHIHUAHUA, VIVA, VIVA, VIVA, VIVA, VIVA…!
(Todas repiten el diálogo de Juana que se convierte en un estribillo)

Fin de la escena.