jueves, 18 de octubre de 2012

Hipotermia.

Si me dices niña, que ya no importa, te diré:
"mira que lindas las flores, mira como se
encogen en el invierno que ahora apaña a la  luna"
verás como mis ojos mienten, y
le diré "no" a un "sí" en hipotermia;
 que limosnea, en
la condición precaria del corazón, algún candor
que resople tu viento de primavera.

"Es sentimiento herrado" diré a quienes
se pregunten la tenue agonía de estos versos.
Te diré niña por el simple camuflaje del deseo,
te haré saber que no eres importante
aunque tu nombre me erice como
el ligero orgasmo que el  silbante soplido del viento  da a la piel.

Nuestras pieles niña, que están condenadas
al frío interminable e indefinido. A un frío
que apenas inicia.

              Y cuando siento que ya es mía,
                                                despierto.


martes, 9 de octubre de 2012

Somos con "S" de mujeres



Somos...
 somos eso que inicia y termina entre los brazos de alguien
somos de ese, de aquel, del otro; sí así se nos apetece.
somos  el triángulo se seda entre las piernas.
Somos el tesorito que ya ningún pirata quiere.

A veces, somos sirvientas en la cama, y fieras en la oficina.
Somos el espasmo, la sangre y la agonía,
 la neurosis de nacimiento,
somos el hijo no querido, que despreciamos entre las tripas
y somos aquel que nunca va a llegar, y le esperamos con lágrimas en las pupilas.

Somos la fiera libertad e independencia que nos hace sentir vivas.
Somos más de lo que creemos, porque lo que creemos siempre ha estado dicho.
Somos más que un sentimiento a carne viva, somos la razón en momentos de locura.
No conocemos el quiebre, porque lo tenemos atado a la cintura.
Y somos tantas cosas que al mismo tiempo dejamos de serlo todo,
dejamos de ser una para ser la otra, dejamos a la otra por ser la una,
a veces nos dejamos para estar solas
Pero  siempre somos nosotras.

jueves, 4 de octubre de 2012

Relatos poéticos

"De cuando Daniel"


Cuando era niña, traté de impresionar al niño bribón  compañero de mi infancia, fingiendo ser ruda, grosera y altanera como el. Algo que jamás había podido lograr. Era un chico flacucho, con ojos orientales con una cabello lacio, brillante y muy bello, y un aroma a polvo,  y a ropa guardada. Nunca lo amé, su carácter de chiquillo malcriado me lo impedían. La gente decía que mi destino era casarme con él, cuanto se equivoca.
Recuerdo cuando lo llevé  de compras con mis padres. Ellos no tenían dinero, y  pensé que es le impresionar a mi amigo, siendo malcriada y altanera con ellos.  Les ordené prácticamente  que me compraran unas papitas, de esas muy caras que vienen en un cilindro. Mis padres se negaron varias veces, hasta que lo conseguí. Pensé que se sentiría orgulloso de mi barbajanería infantil. No fue así. Me tomó del brazo y me dijo: "no está bien que le pidas cosas a tus papás si no tiene dinero para comprártelo"
Entonces aprendí que nunca terminaré de complacer a alguien
Comprendí que  no tengo que fingir algo que no soy para que me quieran
Aprendí que no siempre puedo tener todo lo que yo quiera. Y sobre todo, aprendí a no olvidar las grandes enseñanzas de la vida.





"La cebolla" 
Un día, mientras mi mamá destazaba una gran cebolla morada comenzó a llorar. Lloraba tanto y sollozaba con gran pasión, que no podía contenerse. Así que arrojó el cuchillo y se lavó fieramente las manos dos veces con limón, preocupada. Incrédula del homicidio que acababa de cometer.


"El negro y la güera"

Yo tenía dos amigos, uno negro y una güera. Ambos eran muy chiquitos. La güera era más pequeña que el negro. Ambos era primos y vivían junto a la casa de mi abuela. Jugábamos a los castillos y a los héroes en  aquel parque. Jugábamos a que nunca creceríamos y  siempre seríamos amigos; hacíamos bromas con pañales y chocolate. Tocábamos casas y dejábamos piedras exasperando a los ancianos vecinos.
La muerte repentina de su abuela terminó con nuestra amistad. A veces yo iba a preguntar por ellos, pero no había quien les diera permiso de salir. El negro tenía sangre chicana y se fue para allá, la güera aun vive en la casa de alado, pero como era muy pequeña no recuerda nuestra amistad.  Pasaba largas horas aburrida en la casa de mi abuela. Deje de ir por la ausencia de mis amigos. Ahora, después de tanto les veo y les grito "¡Negro, güera!" se dan media vuelta y me dicen "somos Leonel y Alejandra" yo sonrío cabizbaja, mientras ellos se van.


"La abuela Petra"


Nunca conocí mujer más trabajadora que mi abuela Petra
era como un hormiga, que siempre iba en busca de comida
mi abuela Petra, era maravillosa
nos daba té; té de manzanilla, de laurel,
de gordolobo y hojas secas de coca.

Nos sobaba duro y sin piedad
cuando la comida se nos pegaba al cuero
y lo tronaba y nos pasaba un huevo
para que el mal de ojo se nos alejara como si
espantara fantasmas del cuerpo.

Mi abuela Petra era increíble.
 Le gustaban los chistes raros; "estas jodida" decía,
"estás bien jodida" decía, si la mujer entre sus piernas guardaba el secreto.


Siempre sirvió a sus hijos, pero
los nietos eran primero, ¡ay como los quiso!
y había quienes no le merecían
y ella tenía abrazos y caricias aunque no lo merecían

Cargaba a todos lados, su anforita de tequila
de vez en cuando le daba un trago de pecho
y así aguantaba su vida de hormiga.

Mi abuela Petra, siempre fue terca.
Aun en su muerte  fue terca
no dejaba que la parca se la llevara;
no por temor a la muerte, sino por dejar
solos a sus hijos, y nietos.







miércoles, 3 de octubre de 2012

Moxxo amor de primavera.

"¿Qué haces tomándote fotos moxxa?
Le dije, perdida entre las descaradas copas de sus senos.

y era mi deleite, y era  vergüenza, y era mi capricho
mirarle  el lunar único habitante en su pecho.
no existe más ahí, en su pecho había un  gran hueco.
tenía el corazón mas perdido que
la decencia entre las piernas.

"En noches como estas la tuve entre mis brazos"
versos como estos fueron tantos a su oído
mientras ella, pedía unas caguama.

Nunca su cuerpo tuvo el deleite de la dulzura;
la amargura de su lengua era el sudor de la experiencia.

Entre los hombres se corría, y algunas mujeres, ya con la peda
encima, eran más que sus amigas.

yo tenía la dicha de ver su aurora cada mañana,
y daba gracias al cielo, de no despertar con las uñas
buchonas clavas en mi espalda.

"él la tuvo, ellos la tuvieron, a veces yo también la tenía."

No le gustaba leer poesía, pero curiosamente hacía hermosos
versos sobre la cama.
Tampoco le apasionaba el cine, prefería tenerme atada
entre sus bragas.

Aun pienso en ella, aun me mata la imagen de su lacerante mirada,
a veces la espero en el San Juan, a veces lo olvido
y compro dos caguamas.