domingo, 4 de diciembre de 2011

I

“Ay amor, te extrañé todo el día”
Ojalá el tiempo pasará más rápido, tan rápido que mi reloj comenzara a dar pasitos
con velocidad a las capicúas, acomando sus bigotes; sin sentido, vas de antaño.
Ojalá que los besos genitales matutinos terminarán con una sonrisa en mi rostro
Y se convierte en sorbo de tu salobre cuello [uterio]
A veces la luna se aleja de nuestra cama para evitar las nauseas
Te pongo epítetos estúpidos
para comunicarle al universo que los huequitos de tus mejillas,
me provocan no sé qué que qué sé yo.
y es que a veces, la melosa melodía de
mis fluidos corporales incrementan tu glucosa;
metida en mi cama, con tus deditos fríos y tu nariz acalorando el vaho bajo las
sábanas.
Deberías irte directo al momento en el que te conocí y olvide decirte
Que soy una depravada, y que me gusta lamer los pedacitos de inocencia
Que te dejó aquel.
Quiero que te comas las sobras de los pantanos y
te vayas a Alaska, y un esquimal te mate y te use de abrigo
para que sufras como dicen mis vecinos que sufro yo.
Extraño que me traspasen la espina de tus piernas polares el pecho
y la selva tropical que habita sobre tus labios.
Voy a comprarme una muñeca dúctil, voy a fingir que no le amo diciéndote: “ay amor, te extrañé todo el día”




II
Escribo oníricamente porque los oculares
son más discretos a esta hora.
Escribo porque este día es feísimo y las flores ya no son de mayo.
Te escribo porque vi pasar un pajarito
y me acordé de los tesoros de suiza y la depresión de la economía.
También te escribo porque la lluvia ha dejado de caer del cielo
Para caer en mi boca; es preocupante…
ahora sé decir la verdad.
Escribo porque ya no existen ni veredas ni caminos;

todos somo alados.
Te escribo porque mi vecino se levantó a las 7:30 y no a las 6
como acostumbra
Te escribo porque una misteriosa luz irrumpe en mi ventana
y me escondo bajo los sueños.
También te escribo porque ya leí Pedro Páramo
y pues todos están muertos.
Te escribo porque ya sé que puedo decir trino
en lugar de “el canto de las aves”.
y me ahorro saliva.
Te escribo porque me parece relevante la costrita que llevas en la pierna.
Te escribo porque me gusta el cliché de escribir
Te escribo porque es lo único que puedo darte y soy irreverente.
Te escribo, porque es onírico y me siento irreal.
Lo cierto es que te escribo con la esperanza de que sepas leer
porque escuchar no sabes.




III
Rapsodia húngara. #2
No le permitas que se vaya.
Dejémosla flotar sobre un vaso de leche fría.
hasta que los vellitos de su nuca se izan.
Tiempo, déjame remojarla en el café, déjala que aún no es tiempo.
Aquí no existe el conejo blanco.
Deja que le diga que nunca la voy a olvidar.
No la voy a olvidar, prometo, no la voy a olvidar
Deja al menos que le abrace la espalda y le haga cosquillas en la boca. Deja al menos que sorba las aguas que mojan su barbilla.
No la voy a olvidar, lo prometo, no la voy a olvidar;
como olvide alimentar a mi pez,
como olvide contarle las sombras a la luna,
como olvide pegarle las hojitas a los arboles en otoño,
como olvide sacar la basura del planeta, como olvide que ya la había olvidado
Regrésale lo que le has quitado vida,
regrésale el recuerdo que aun vive en sus ojos
déjala llorando y pidiendo una explicación. Como si viniera al reverso del cereal.
Dale algo nuevo, con cara de misterio, que parezca desgracia, para que se dé cuenta y comience a bailar su vientre.
Y sepa que Dios existe y vive en la palma de mi mano
Y a veces me gusta hacerle cosquillitas con el pulgar.
Tráela cerca, que quiero besarle los lunares de las muñecas
¡Qué bellos son, no dejan de ser tristes!
Deja de llamarla muñeca, no es plástico.
“Deja de llamarla muñeca”, ¿puedes sentir el calor de sus pechos?
Entre tus manos, enroscándose como quien no quiere la cosa
Que se mezcle el sabor de su tristeza con mi vulgaridad.
Que la puntita de mi nariz.
haga un fiesta en la piscina de su ombligo
Para familiarizarme con su esencia, de nuevo
“No le digas muñeca,” observa el vaho que sale de su boca.
Esperaré el momento en el que pueda guardar su aliento entre
mi ropa.
Oscura, iluminada. “No le digas muñeca, te digo que ¡no le digas muñeca!”
Deja de llamarla muñeca que no es de repisa, que sus lagrimas
no son exhibición.
Al menos tócale la mirada y ve, es de carne y tibias lágrimas
“Deja de llamarla muñeca aunque esté fría”.
Al menos deja que la abrazarte para volverme a enamorar
De su olor a mujer, a muñeca de frágil papel.
“No la llames muñeca”, mira su vientre, parece pecado
Y yo me aferro a la ironía de su nombre, a regalarme la idea
de que nunca se ha ido.