miércoles, 18 de septiembre de 2013

Los techos de septiembre

(acto único)


I Escena 

Juana: Seguro que se subieron por nuestra casa, ya ven, no sería la primera vez que lo hace.
Francisca: ¿Pero cómo? si está rete alto.
Ester: Es  muy fácil, si ya tiene maña, nomás se apoyan en las rejas de nuestra barda, así suben y recorren nuestro techo, así se metieron.
Mariela: Cabrones, ojalá que Doña Julita venga a jalarles las patas.
Ester: Qué dices, no juegues con eso. Lo que debemos hacer es hablarle a Julián, decirle que han intentado meterse a la casa de Julita. Seguro él tiene llave, nadie más tiene llave, seguro él ha de poderse comunicar con los hijos, con los que estén a cargo de la casa ahora.
Juana: a lo mejor nadie está al pendiente.
Francisca: ¿Le llamaron a la patrulla?
Juana: les llamamos dos veces y nada. Le decía a Mariela que a la próxima les decimos que unos muchachos revoltosos están haciendo un rave. ¡Eso! Menores, consumiendo drogas y alcohol, verán como llegan volando.
Mariela: y hasta de tres patrullas tendremos afuera. ..
Juana: menores drogados y borrachos.
Mariela: indefensos…
Juana: y drogados y borrachos
Mariela: e indefensos…
Ester: pues sí, a la otra hacemos de los criminales las victimas para que se haga justicia. Pero ahora vámonos, que cada quién tiene sus tareas. Juana y Francisca a trapear y barrer. Mariela, ayúdame a recoger las camas.
(Mariela sale)
Juana: qué raro tú, ¿ustedes?, ¿La cama?, qué raro.
Ester: bueno, tú las camas y todas las demás a alimentar a los animales.
Francisca: yo no quiero alimentar animales, ya bastantes animales he alimentado en mi vida.
Juana: esos animales son responsabilidad que tú solita te has echado, reina.
Ester: ya estuvo bueno pues. Cada quien que haga lo que quiera hacer, pero que lo haga bien. Que las cosas o se hacen bien o mejor no se hacen.
Francisca: que no se hagan, de todos modos las cosas nunca salen bien. Y menos cuando se nos imponen, nadie hace bien las cosas cuando le obligan a hacerlas.
(Sale Juana. Entra Mariela cargando unas sobre camas)
Mariela: se escucharon otra vez, andaban arriba con pisadas de gato.
Ester: ¡Esos cabrones!
Francisca: ¡qué miedo!, qué tal que se nos brincan más.
(Entra Juana)
Juana: ¿Ya escucharon? Parece que son como tres.
Ester: que nadie salga, vamos a poner algo de música para olvidarnos del tema. De todos modos, ahorita voy con Julián para avisarle y pedirle las llaves.
Mariela: primero me llevas a mi casa, quiero ir por unas cosas.
Ester: primero lo primero. Que las cosas o se hacen bien o mejor no se hacen.
Francisca: qué les parece algo de José  José, también tengo algo de  Los panchos.
Juana: mejor algo más movido, una de The Killers, algo de The Beatles
Mariela: el caso es que tenga el “The”
Ester: pongan lo que quieran, pero pónganlo ya.
(Ponen música disco)



II escena

Mariela: Ayer no se escuchó ya nada. Seguro que les dio cargo de conciencia y se fueron. Han de haber visto el espíritu de Julita rondando la casa, los han de haber asustado los recuerdos de la pobre anciana.
Juana: O seguro ya se chingaron todo, hasta los recuerdos. Sea como sea, ¿escuchaste los cohetes?
Mariela: ¿Cohetes? No escuché nada te digo.
Juana: ayer hubo cohetes. No puedo creer que nos los escucharas. Se escuchaban a los niños sobre los hombros de sus papás,  a las trompetas y las matracas. Los gritos. El grito del pueblo.
Mariela: ¿Qué decían los gritos?
Juana: ¡VIVA EL IVA, VIVA CHIHUAHUA, CHIHUAHUA, VIVE, VIVE, RESUCITA CHIHUAHUA, DESPIERTA, LEVÁNTATE, SIENTE CHIHUAHUA, ALERTA CHIHUAHUA!
Mariela: no, yo no escuché nada.  Yo dormía, dormía en verdad, dormía porque es lo único que puedo hacer por ahora.
(Entra Francisca)
Francisca: yo también escuché. Pero nadie  gritaba, todo lo contrario, eran susurros.  Susurros de aquellos, seguro se volvieron a meter, ahora como que ideaban un plan, pa mí que planean llevárselo todo, hasta las plantas y los trastes de plástico, TODO.
Mariela: … Y los recuerdos.
Francisca: y todo…
Mariela: (reflexiona) mientras no se lleven lo de nosotros.
Francisca: ¿Y qué hay de Julita? Son sus cosas,  y seguro que no querrá que se lo lleven todo, qué pasa si volver, si alguna vez vuelve y no encuentra nada, imagínense su tristeza, su dolor al encontrar la casa vacía.
Mariela: perder sus recuerdos es lo más triste…y ¿qué podemos hacer?
Francisca: No sé, velar, vigilar por turnos, para ver quiénes son los hijos de la chingada que quieren perturbar el interior de la casa.
Mariela: y cuando los veamos ¿qué hacemos?
Francisca: cuando los veamos les decimos que dejen de hacerlo, que respeten a los difuntos y sus cosas. ¡Arriba las manos o disparamos! Y les aventamos con brasieres y calzones y…
Juana: ya salió el peine…
Francisca: ¿qué quieres decir Juana?
Juana: ah, nada, que lo mejor es mantener la distancia.
Mariela: eso digo yo, no vayan a venir encabronados aquí, y ahora hasta a nosotros por chismosas nos lleva la chingada.
Francisca: Julita también era re chismosa…
(Silencio incómodo entre todas)
Juana: no, yo me refería  a mantener la distancia de esos cabrones a con la casa. Nadie puede entrar ya, nadie. Mañana mismo le digo yo a Julián que nos dé la llave, y hacemos rondas.
Mariela: yo pido en la mañana
Juana: yo la de la tarde
Francisca: yo ni de pendeja hago la nocturna.
Mariela: tú la nocturna con Ester.
Francisca: ni madres, yo de noche ni a la esquina.
Juana: es cierto, si son muchos, seguro que necesitamos estar todas para poder contra ellos.
(Entra Ester)
Ester: supongo que ya todas terminaron sus quehaceres.
Juana: hacemos más que eso, estamos planeando cuidar la casa de Julita, vamos a hacer rondas y a ver qué…
Ester: ¿Rondas? Ni siquiera pueden seguir el rol de la casa y quieren hacer rondas para cuidar las ajenas. No, no voy a permitirlo.
Mariela: qué bueno, porque seguro te encabronabas con el horario de ronda que te iba a tocar.
Ester: dejen de hacerse tontas, y mejor terminen sus quehaceres.  El piso está muy sucio y los sillones llenos de pelos de gatos, ya se están apilando los trastes y es mejor que los limpien antes de que se apilen.
Mariela: Ya vas a empezar de fascista
Ester: ¡No es fascismo! Quiero que me ayuden, llevo tanto tiempo aquí, aquí inmóvil, mirando por la ventana, inmóvil, ya es mucho tiempo. Ya es suficiente, ya son muchos días, ya fue mucho mi estudio ¿y para qué? Para que los hijos de los dueños sean los que ocupan mi puesto, para que las palancas sean las que muevan el engranaje de este gobierno, palancas, hijos de los papás, las palancas que mueven a mi país las mueven los hijos de los papás… ¿Fascista dijiste?
Mariela: olvídalo, no quise decir eso…
Ester: ya lo dijiste.
Juana: Bueno, bueno, ya.  Ahora puedes hacer algo más Ester, necesitamos de tus conocimientos, tal vez puedes darnos pistas, serás el detective.
Ester: ya estamos muy grandes para eso…
Mariela: y muy jóvenes para no hacerlo.
Ester: …va pues, preparen todo. La guardia nocturna la hacemos todas, chin, chin la que se duerma.


III Escena 

Juana: ¡Demonios, no puede ser!
Mariela: ¿Qué pasa? ¿Las conseguiste?
Juana: no, Julián dijo que las llaves las tiene ya la familia, que no viene sino hasta pasado mañana
Francisca: ¿Pasado mañana?
Juana: lo sé, seguro que para mañana la casa de Julita no va a tener ni pisos.
Mariela: ¿qué llevas ahí?
Juana: ahí dónde
Mariela: ahí, en las manos.
Juana: comida.
Mariela: ¿Otra vez?
Juana: … parecía tener hambre, sabes que no puedo evitarlo, sus ojos, su tristeza, no puedo dejar que pase hambre, no puedo. Lo adoptaría si no fuera por Ester y sus dogmas de convivencia.
Mariela: no te preocupes, yo te entiendo. Sabes, dicen que cuando alimentas a uno, nunca se olvida de ti. Siempre lo recordará. Seguro que se acordará de ti entre los tejados y te maullará una canción de amor.
(Entra Ester corriendo y agitada)
Ester ¡LOS VI!, ¡LOS VI!
Francisca: ¡¿estás segura, cómo eran?!
Mariela: ¿llevaban armas?
Juana: ¿cuántos viste?
Ester: Eran cientos, cientos y llevaban púas en las manos, todos iban de negro, con los ojos muy abiertos y amarillos. Vienen en grandes autos, seguro planean llevárselo todo.
Juana: borrachos y drogados.
Mariela: e inocentes.
Francisca: ¿qué vamos a hacer con ellos?, debemos hablarle a mamá, ¡que vuelva, qué vuelva no quiero estar aquí sin ella!
(Francisca se echa a llorar sobre el piso)
Ester: saben que lo estamos esperando, saben que los hemos estado espiando.
Mariela: ¿Los escuchan? ¡Son ellos, están cerca del tejado, están muy cerca!
Juana: Mariela, Ester, vamos por las armas, debe haber algo más que brasieres y calzones en esta casa,  debemos estar preparadas.
Mariela: se escucha  un mariachi a lo lejos.
Juana: es parte del momento épico.  Hasta la Ilíada tenía su armonía.
Mariela: mira los cohetes, todos dicen VIVA, VIVA, VIVA. Mira el rojo, como apaña el cielo con gozo, el blanco apenas si se difusa, el verde no parece muy claro…
Ester: Ya están muy cerca, los veo acercarse a la puerta en un automóvil blanco. ¡Están por bajar!
Francisca: ¡los techos, están ahora en el techo… sus pasos de gatos, sus pasos de gato sobre el tejado!
Juana: están maullando una tierna canción, es mi canción, es una canción de amor.
Ester: ya entraron a la casa, ¿qué hacemos?
Mariela: mirar el cielo… (Embelesada con los juegos artificiales)
Juana: ¡griten, griten VIVA MÉXICO, VIVA CHIHUAHUA, VIVA, VIVA, VIVA, VIVA, VIVA…!
(Todas repiten el diálogo de Juana que se convierte en un estribillo)

Fin de la escena.



lunes, 16 de septiembre de 2013

Ponencia del 9 de septiembre del 2013 ENEJ

El lesbianismo, la masculinización de los cuerpos bajo el enfoque de los estudios de género: Historia del Transvestismo[1] femenino.


El cuerpo, es una plataforma de significaciones donde se rescribe la “naturalidad” de los individuos.  La jerarquización dentro de los modos de vida, han establecido ciertas características esenciales para la mujer y para el hombre. Si bien acaso será cierto, que el  ahora llamado femenismo mainstream– discurso anglosajón elitista–, sirve como  detonador de muchos cabos sueltos que competen  a los  Estudios de género, también es cierto su aspecto discriminante y subjetivo radical de este Ser Mujer.  Simone de  Beauvoir  ya lo dijo: “No se nace mujer, se llega a serlo”;  Joan Scott y Marta Lamas lo reafirman  cuando dicen que vivimos al margen de lo simbólico, y citando a Scott: “Me parece entonces que el lugar de la mujer en la vida social humana, no es producto en sentido directo, de las cosas que hace, sino del significado que adquieren sus actividades  a través de la interacción social concreta”  (Scott,  Género: una categoría para el análisis histórico  22). Bourdier, nos habla precisamente de estas condiciones “naturales” que se reinscriben  a la mujer, relacionándolas con la pasividad de las actividades, la parte femenina “como el establo, el agua y los vegetales; es la estructura del tiempo, jornada, año agrario, o ciclo de vida, con los momentos de ruptura, masculinos, y los largos períodos de gestación, femeninos” (La dominación masculina 11) dejando en claro, el génesis de esta concepción  cíclica de la mujer, condición que la inmersa en un determinado discurso inferior.
Los estudios de género lo que hacen es, precisamente, una apertura a reflexionar la forma de vida de todos los individuos, y comienzan a tensar las jerarquías sociales y  el orden establecido- ¿Por quién?- Podría decirse que por aquellos que tiene el poder, pero aun así es ambiguo, podría decirse que por Dios, pero sería parte de otros discursos; con poder se refiere a ciertas organizaciones  e instituciones que mantiene al margen la individualidad como tal de que satisfagan su beneficio propio. En sí, los estudios de género nos dejan ver como los discursos nos adentran a este llamado “espisteme[2]”.
Si bien, los dichos estudios apuntan a que el género es algo asignado, algo con lo que no se nace sino se adquiere por pautas inexorables culturales. Lo ideal sería que  pudiéramos todos desarrollar un pensamiento lejos de este régimen organizativo y ser bisexuales,  o ser transexuales o ¿por qué no? asexual, inclusive pansexuales que “no es la andrógina (macho/hembra) ni la bisexualidad (hetero/homo), sino que rechaza todas las cargas dualistas como instrumentos para organizar el discurso sobre la identidad misma” (Gajeri, Los estudios sobre las mujeres 474) y podría empezar a emplearse un discurso de igualdad o indiferencia de la orientación sexual. Un día se lo plantee a mi madre, me miró incomprensible y me dijo: “¿Te imaginas?,  la nueva Sodoma y Gomorra”  y entones me dijo que no me tomara el feminismo tan apecho.  Era claro, ella pensaba en un desorden dentro de este “orden”  jerárquico con el que ella creció, y su madre, y la madre de su madre y la madre de la madre de su madre. De cierta forma la comprendí,  las cosas cambiarían y tendría que cambiar jurídica, social, económica, y epistemológicamente.   Pero ¿Por qué pensar en el caos? Por qué pensar que el amor o la atracción tienen un significante y un significado. Como si  mujer fuera un significante  y hombre su significado todo en un régimen de arbitrariedad.  Para mi madre era incomprensible vislumbrar  un mundo en el que una mujer tuviera una cita con un árbol o  con dos hombres a la vez.  También se trata de replantearnos la variedad de relaciones que puede existir “usar desde ahora la sexualidad para llegar a multiplicidad de relaciones” según parafrasea Eric Fassin a Foucault  (Lugares de invención: la amistad, el matrimonio y la familia 97)
Me estoy yendo a ejemplos extra-radicales-pero no por eso poco concebibles- para adentrarme a lo que quisiera plantear como tesis de este trabajo. Comenzaré con hablar de lleno a lo que me compete. El propósito de este trabajo es  un transitar histórico de la masculinización de un cuerpo femenino, dentro del orden normativo. Con el propósito de replantear el orden de lo simbólico, que proponen los estudios de género y encontrar el génesis de perversión. Si bien, como dije al inicio, el cuerpo es una superficie de inscripción, no tendría por qué ser problema que un sujeto femenino decida ponerse botas y pantalones vaqueros y tener un discurso lejos de la masculinidad o la feminidad como conceptos también inventivos por la cultura. El transvestismo y más aun el transgénero es un ejemplo claro de que el género es algo simbólico porque transgrede los roles sociales. De hecho, el replantear lo simbólico, conllevaría a poner en duda esta insistencia de establecer los géneros mediante la sexualidad y las condiciones “naturales” a la cual están anclados nuestros cuerpos. Pero no es tan sencillo. El orden es opresor. Porque se conserva esa ideología tradicional de que “la división entre los sexos parece estar[MV1]  en el orden de las cosas” (Bourdier 11) y establecemos las leyes culturales y de asociación  de lo que nos rodea a nuestras conveniencia.
Es una realidad que vivíos en un mundo discriminante; la anomalía o mejor dicho lo “inusual” “lo extravagante”  y miles de adjetivos nos llena el pensamiento de dudas, el lenguaje solo hace palpitar en nuestras mentes la antítesis “lo normal” o “lo que debe ser”. Es decir, en la complejidad de nuestra existencia, tenemos un radar listo para detectar anomalías, aquello que se sale del orden de lo establecido ¿Por quién ha  sido establecido ese orden? Es obvio que la cultura y una larga historia del pensamiento humano. Pero es esto mismo, esta “normalidad” lo que crítica y oprime al individuo queer.
 Cuando un cuerpo se masculiniza, busca una reacción, una voz que le da un lugar simbólico por el simple hecho de llevar camisa en lugar de blusa y pantalón en lugar de falda. Lo debe  interesarnos  aquí, es la magnitud  a la que se puede llevar al cuerpo, en el cual se inscriben una serie de roles los cuales no son propios de la feminidad. Esta conducta se hace por una emulación hacia la figura del varón.  Existe un debate al respecto con opiniones  diversas, algunas feministas, y entre ellas la italiana Francesca Gargallo[3]que consideran que la masculinización de los cuerpos femeninos no es necesario para ser una figura de poder. Y en todo caso, ese sujeto femenino por articulación social  y política   vendría a ser una reproducción de cualquier sujeto masculino con poder.
Pero históricamente, el transvestismo tenía un sentido diferente, el contexto nos traslada  a que era tentador convertirse en una emulación masculina, inclusive útil, cuestiones de vida o muerte o como una búsqueda de la identidad.
Existen datos históricos que apuntan  que el transvestismo era común dentro de la sociedad.  El transvestismo inicia, según historiadores en el siglo XVI y XVII. La literatura, ha resguardado las huellas de personajes de este tipo. En el  barroco, se manifiesta con un “enmascaramiento, ambigüedad y artificio” (Duran 2003:1) . En el teatro del Siglo de Oro español, tenemos la presencia de muchas mujeres transvestidas: Rosaura de La vida es sueño y Dorotea del Quijote  que se masculinizaban por cuestiones de honor, de resguardo o también como un discurso de transgresión a la subordinación, donde la mujer se convertía en su propio dueño y bajo la figura del hombre llegaba a su autonomía, considerada  para la época un peligro. Había quienes pasaban toda una vida bajo el símbolo de lo masculino para hacerse de poder.   Martha Durán Campos, en su tesis de Transvestismo en la literatura, cita a Jean E. Howard “La practica subversiva del transvestismo se dio ampliamente aun y con todas las prohibiciones (…) fue el principio de una critica constante” más nos dice que “no hay subversión, puesto que el patriarcado era una usanza común, no una institución” (16) porque tampoco el contexto permitía valorar al transvestismo y a la homosexualidad en sí como una cultura o un movimiento social, la subversibilidad no existía, porque el individuo correspondía a una función elemental dentro de su contexto de cada género. Por ejemplo Shakespeare en sus obras, utilizaba actrices para interpretar a los personajes  varones, pero no por una estatus de igualdad o de “oportunidad” sino porque solo una mujer podía interpretar ese papel con tal pasión que se sintiera embelesada por la importancia que se ejercía en ella;  Sin embargo, se dejaba entre ver que el matiz de perfección caía sobre el personaje masculino.
Foucault nos habla, bastantes siglos después, en los que tuvo que haber una evolución del pensamiento y la concepción de la vida,  de los discursos de poder como una herramienta de la modernidad para posicionarse de manera triunfal sobre las minorías.
A partir del siglo XIX se comienza a ver el transvestismo como algo agresivo “una transgresión sexual, un indicio de hipersexualidad o de sodomía” (R. Walkowitz  Sexualidades peligrosas. Las relaciones homosexuales: travestismo y amistades románticas 418) Términos como “Georgesandismo”[4] y “Bulldyke o Bulldagger”[5]  se comenzaban a utilizar para designar la sexualidad y definir, también, los roles de las parejas.  La Bulldyke era el varón de la relación, el rol activo de la relación entre mujeres clase baja de color. De modo que el sexo, como acto en sí, toma una relevante importancia alrededor de los discursos opresores. Aun así, se da  otro tipo de relación, una nueva formulación de relación de pareja[6]. De esta manera, comienzan círculos amistosos de mujeres. Haciendo una subcultura, con mujeres de barrios bajos y clase obrera, donde se identificaban redes de cafés, restaurantes y lugares que frecuentaban  travestidas, lesbianas y prostitutas. Entre la elite, podría decirse, se encontraban una subcultura de lesbianas escritoras y artistas a principios del siglo XX tanto en New York como en Francia, donde hacia presentaciones teatrales, leían sus poemas y novelas que sintetizaban una tradición de travestismo y amistades románticas (R. Walkowitz, 419). La llamada “Cultura Gay” comenzaba a tener un lugar dentro de la sociedad, una forma bohemia de vivir su sexualidad. Estas mujeres se posicionaban en un lugar que marcaba privilegios y popularidad entre ellas mismas.
Todos estos encuentros y relaciones amistosas dieron lugar a que las mujeres de todas las esferas sociales no se limitaran ni emocionalmente ni sexualidad a la mera reproducción. De hecho, también en la clase media alta, comienza a haber manifestaciones de estas amistades románticas, con ayuda de la segregación de los sexos, es decir, las instituciones de escuelas para señoritas o los internados en el siglo XIX, digamos que Foucault no tuvo esto en cuenta, y se quedaría solo con la insistencia de que estas instituciones reivindicaban  a los individuos a su gusto, ¿pero aquí qué pasaba? Que las mujeres desarrollaban lazos entrañables desde la infancia en el instituto y aun así en la universidad.  Esto creaba en ocasiones “enamoramientos frustrados” por emprender lazos con compañeras mayores o inclusive con maestras del instituto, lo que también, les enseñaba a controlar dichos amores y aun así a negarse a ellos.  La maduración sentimental abría una barrera que nadie nunca pensó que llegaría a tanto.
Las relaciones amistosas, también daba a la mujer un anhelo “de amor emocional, espiritual y físico” y el sexo como tal,  no era un problema, porque la sociedad no lo veía como un acto puramente sexual,  “al creer que las mujeres no experimentaban deseo erótico autónomo fuera  de la sexualidad reproductora” (421). El sexo entre mujeres, primeramente no era concebido, se creía en la amistad  y el deseo platónico pero no en una concertación del acto sexual. Hacía falta el falo.  Para Foucault, según Frassin, las relaciones de amistad son una nueva forma de replantear las relaciones humanas, que renuevan el empobrecimiento de las tradicionales estructuras de unión.
Dichas amistades,  propició que las mujeres desarrollaran un sentimiento de exaltación, que no solo se limitara a un acto carnal o a la reproducción, sino a fijar un interés por su vida sentimental.  Lo que abría una visión subjetiva de sus vidas, lejos de las preocupaciones del matrimonio visto como un convenio de bienes o la reproducción-volvemos al empobrecimiento- como un máximo en sus vidas.  Ya a principios del siglo XX comienzan a propagarse instituciones universitarias que propiciaban la unión de mujeres durante la universidad. La soltería fue ganando apogeo sobre la domesticidad heterosexual. Había espacios sociales como los settlement house que brindaban pisos de instancia a damas en Estados Unidos y Gran Bretaña ocultándose bajo el manto del celibato y las amistades duraderas. A inicios del siglo XX también se elevan los números de mujeres solteras después de la universidad, llamando a las instituciones de educación superior “semillero de amistades sentimentales especiales”  (421) pues nuevamente, entre la elite, se hicieron comunes los llamados “matrimonios  bostonianos”  que tuvieran una publica aceptación.
Nuevamente hubo una insistencia en que el sexo entre mujeres no era algo significante para el acto en sí, pero al ver como se hacía una evasión a la maternidad y se comenzaba a buscar una subjetividad, ya fuera voluntaria o por estrategia anticonceptiva, en el caso heterosexual, llamaron la atención de los médicos. Y pues claro, la reproducción se detenía notablemente, y gracias  a un estudio de egresadas de  la Universidad de Cambridge del cual solo 22 del 100 por ciento opto por el matrimonio y la vida domestica. La intromisión de lo privado en las vidas de estas mujeres no se hizo esperar.
Este es el punto en el que  el término de la homosexualidad femenina o Lesbianismo, posteriormente, da un giro  a su concepto. Se comenzó a estudiar sexualmente la conducta femenina, la sexología fue al fin mencionada como un “ciencia que estudia la sexualidad”. Parece curioso, que la insistencia erradicara en un punto en el que la diversidad sexual y la autonomía de la misma, provocarán  un estudio sobre la conducta sexual. La máquina reproductiva se detiene, los cuerpos femeninos se alejaría de una función vital, para los procesos  económicos, para el capitalismo: la natalidad.  El Biopoder  (régimen que controla las relaciones de poder) del que habla Haraway[7] hace presencia. La anatomopolítica (cuerpos como productos, que funcionan para la producción, disiplinación del cuerpo)  y por supuesto la Biopolítica (Individuos máquinas, cyborgs). La medicina, en el contexto del la práctica sexual, se da cuenta de que es un peligro que la mujer conozcan las emociones del placer y la pasión por esencia, sin un motivo o sin algo que genere otro individuo.
Este es el inicio de la sexología como una ciencia sujeta a la medicina forense. Su iniciador es el psiquiatra y profesor Richard Von Jraft-Ebing. Que tenía como misión buscar “las degeneraciones”  “un impulso sexual  contrario” o “inversión sexual” que posiblemente se pudieran reivindicar llevándolos a un tribunal. Publica un libro en e1986 llamado Psychopatib Sexualis  que clasifica al lesbianismo como un “un impulso sexual  contrario” o  una “inversión sexual” se inventa un vocabulario médico para clasificar la homosexualidad como una enfermedad. Todo con supuestas explicaciones que eran confusas  y contradictorias. Científicamente no podía probarse que la homosexualidad o esta tendencia al transvestismo fuera una patología. Sin embargo, el lesbianismo se plantea como un problema social,  que, de alguna forma, libraba a los médicos de una explicación sobre esta variación de conducta sexual. Declarando este discurso como “una verdad” La conducta masculina, entonces, en una mujer se trataba de “un desarrollo embriones anómalo” (422)  de esta manera, el individuo de mentalidad masculina en cuerpo femenino era un grado de perversión homosexual aun más elevado que de aquellas mujeres que solamente se sentían atraídas por el sexo opuesto[MV2] . Aun a sabiendas de esto. La medicina comprendía que el erotismo lésbico no era únicamente  otra versión de la masculinidad. Sino que existían sentimentalismos de por medio. La mujer masculina tenía una caracterización física y  de estilo de vida que la inscribía en lo “anormal”. Inclusive se llegó a pensar que la mujer masculina ignoraba el placer genital de su pareja.
Tratar el lesbianismo y el transvestismo  como una inversión de la conducta sexual generaría que muchas mujeres, que practicaban las amistades entre mujeres, los matrimonios de bostonianos, y demás; creyeran fielmente en lo que la sexología había estigmatizado  las relaciones entre mujeres, algunas de ellas profesaron haber dejado la homosexualidad atrás y haber encontrado la luz en un idilio en la vida domestica.  Es increíble como las mismas mujeres que hacían estas prácticas son flageladas por el discurso normativo de la psicología.  Es increíble que la reducción del lesbianismo a algo puramente sexual marcara una línea divisora imaginaria entre aquellas que fielmente tenía una amistad fraternal con una mujer. Es claro, también, que de ahí viene esa connotación de perversión hasta nuestros días: la homosexualidad o el transvestismo como algo “no natural”. Cuando  culturalmente la categoría lesbiana, se convirtió en eso precisamente, una categoría, una forma de clasificar los lazos armoniosos entre mujeres  nos dice Leila Rupp que se reusaron a identificarse como parte de ello.
El estigmatizar y la represaría en contra de la homosexualidad tomó una postura de temor hacia la amenaza de la reproducción. La prostitución y el aborto fueron y son  parte de ello.  Actualmente, vemos que existen organismos que defienden esta subjetividad de los cuerpos que se alejan de ser máquinas reproductivas y se minimizan a un elemento vital del engranaje capitalista. No pude limitarse ni reducirse la subjetividad de ningún individuo bajo ninguna circunstancia. La mujer es aun una categoría limitada de sujeto, es lo Otro. La homosexualidad se encuentra más debajo de ella en esa pirámide de “jerarquización” el individuo queer femenino  se encuentra aun más abajo, basta con el ejemplo de las Dosmamis.[8]  O propiamente el transvestido  está por debajo de todo. Entendiendo este término, queer “como lo extraño, lo curioso”;  rebelde a las normas de heternormatividad.  Butler postula la mutabilidad y fluidez  de un sujeto cada vez más complejo y con difícilmente conducible a categorías normativas (Gajeri  447).
El transvestismo sufre un problema terrible por parte de la discriminación,  la discriminación entre minorías (mismos homosexuales, en este caso)  es una realidad que personalmente considero terrible ¿qué se puede esperar de los discursos opresores y conservadores?
Al final de cuentas, caemos en la conclusión  que es difícil desapegarnos de la parte simbólica de la cultura. Gracias a  la femineidad  y la masculinidad (y en realidad al orden cultural en el que vivimos) clasificamos y ponemos etiquetas a todo, sobre todo si sale de la nuestras costumbres. El género es algo atribuido,  no existe explicación medica o ciencia exacta  que nos diga por qué un individuo rechaza el sexo con el que nació, y posteriormente el género que se elige por sentir permanencia. Bien nos dice Marta Lamas con su ensayo La perspectiva de género: “implica reconocer que una cosa es la diferencia sexual y otra cosa son las atribuciones, ideas, representaciones y prescripciones sociales que se construyen tomando como referencia esa diferencia sexual” (8). El transvestismo y la homosexualidad  “rompe con los limites mismos de lo corpóreo e impone reflexiones sobre el contexto de identidad que ya no encaja en clasificaciones preconcebidas” (Gajeri  475)  van más allá de lo que nuestras normas culturales patriarcales heteronormativas- así como morales y religiosas- nos permiten.
Es difícil encontrar una culpabilidad, pero se puede comenzar con pequeñas acciones que vayan mutando las concepciones de familias y relaciones que actualmente ejercemos. Lejos totalmente de cualquier tipo de violencia, pues a pesar del manto simbólico y cultural, así como la tradición patriarcal y de la familia burguesa nos ciegan ante los cambios, no se justificable que las ideologías conservadoras tengan el derecho de arrancar la vida o la felicidad de aquellos individuos de minorías.  Aspectos que entra tanta teoría, olvidamos cuán importante son.


Obras citadas:

Bourdier. La dominación Masculina. Editorial Anagrama, s.a., 2000. Barcelona.
Duby George, Perrot Michell Historia de las mujeres. “Sexualidades peligrosas” por Judith R. Walkowitz. Taurusminur. 2001. Madrid.
Duran Campos Martha. El transvestismo en la tragedia en la obra de Josefina Vinces. Universidad autónoma de  nuevo León.  Faculta de filosofía y letras: división  de estudios de posgrado. Diciembre 2003. Web.
Fassin Eric. Lugares de invención. La amistad, el matrimonio, y la familia. Revista Cultural. S.n. 2012.
Gargallo Francesca En diálogo con la ética feminista. Segundo Encuentro Regional de Filosofía, zona norte, Universidad Autónoma de Chihuahua, 23 de abril de 2013. Web. Url: http://francescagargallo.wordpress.com/?s=segundo+Encuentro+Regional+de+Filosof%C3%ADa%2C+zona+norte%2C+Universidad+Aut%C3%B3noma+de+Chihuahua%2C+23+de+abril+de+2013
Gnisci, Armando, Gajeri Elena. Introducción de la literatura comparada. España. Ed crítica. 2002. Impreso
Haraway Donna. Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. España Ediciones Cátedra, S. A., 1995. Digital.
Lamas Marta. Perspectiva de género. “La tarea” Revista de Educación y Cultura de la Sección 47 del SNTE. No. 8. Enero- marzo 1996. Digital.
Sutherland Juan Pablo. Multitudes minoritarias, batallas sexuales y matrimonio hegemónico. S.n



[1] Utilizo “Transvestismo” y no travestismo con la idea de la transgresión a la normatividad en la concepción ideológica y cultural.  Pues considero que el trasvestismo es una formulación

lingüísticamente errónea.
[2] Donna Haraway en  Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, comprende  este término como una cosmovisión del régimen que establece un modo de organización de los objetos y sujetos así como su relación.
[3] Conferencia  en el marco del Segundo Encuentro Regional de Filosofía, zona norte, Universidad Autónoma de Chihuahua, 23 de abril de 2013.
[4] Se hace referencia al seudónimo George Sand de la escritora Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa Dudevan. Escritora Francesa que utilizaba este seudónimo para la publicación de sus obras. En el siglo XX, comienza a interpretarse como símbolo de rebeldía entre las mujeres transvestidas.
[5] Este término proviene  del slang que significan lesbiana, especialmente la que desempeña el papel masculino.
[6] Véase el dossier: “Lugares de invención: la amistad, el matrimonio y la familia” de Eric Frassin.
[7] Véase Ciencia, Cyborgs y mujeres: La reinvención de la naturaleza. Haraway maneja un discurso en el que el cuerpo se convierte en un aparato robótico que vive a las expresa de la tecnología y lo que la política desee de él. Sin importar si esto le lleva a la muerte, pues la reproducción es el arma clave.