miércoles, 29 de mayo de 2013

Me quedo

Me quedo con las ganas y no culpo al tiempo
ni a los manojos de piedras que han turbado mis pasos.
Me quedo con las ganas de esos besos trémulos
del sabor supuesto, de esas ganas que solo yo creía.

No veo el mal vivir en las cosas
siempre me queda la contemplación,
y aquella mística zozobra.

Solo se han de ir conmigo los recuerdos
las visiones del futuro sublevadas,
en lo más alto del cielo
       siento el tiritar de los cristales.
Allá arriba la cosas no se olvidan
forzosamente las llevo conmigo.

Al menos me queda tu alegría metálica. Tus ojos de madriguera
que abrigan a lo desconocido, al amor que hoy se presenta.

Me quedo con la ilusión, con la contemplación
de tu felicidad etérea.




   Resolución de la precaria condición sentimental
en los momentos de rutina. 

lunes, 20 de mayo de 2013

Matrimonios y familias homoparentales


Subversión[1]  de la familia tradicional: el ideal de la igualdad y las nuevas  formas de convivencia.


 La tradición de las familias patriarcales y la concepción simbólica  y cultural de “lo natural”, así como la estructura familiar basada en cuanto a roles de género,  han limitado la instauración de nuevas formas de familia  dentro de la sociedad contemporánea; esta nueva visión se mantiene en la búsqueda constante del matrimonio igualitario entre parejas del mismo sexo. Desprendiendo un gran debate sobre el matrimonio civil entre parejas homoparentales o en proceso de serlo. Dentro de este llamada minoría,  existen distintos discursos en los que parte de ellos emprende su búsqueda por la igualdad como un derecho humano innegable ante la sociedad, más existen otros discursos que creen que el matrimonio es un lazo innecesario. Un asenso vertiginoso a caer en formas y preceptos diseñados para el orden normativo dominante.  Apelar el matrimonio como un derecho  es una lucha constante de frutos paulatinos en México. En los últimos años, la búsqueda de una igualdad ante la ley de concebir matrimonio  entre personas del mismos sexo, en México, a marcado sus puntos de una manera objetiva: “El derecho a formar un patrimonio; El derecho a la creación de la familia; El derecho a tener un domicilio conyugal; El derecho a la seguridad social.; El derecho a la herencia y repartición de bienes; EL derecho a la pensión alimenticia; Beneficio de créditos conyugales; Entre otros beneficio que nos da el matrimonio.” (avaaz.org:2012) centrándose en aspectos legales que posiblemente defenderán la posición, “igualitaria”,  de los matrimonios homoparentales y de los cuales carecen los llamados matrimonios simbólicos.  Pero, ¿por qué buscar al matrimonio como un modelo de convivencia, legalizado  e institucional como marco de referencia? (Sutherland 2012: 90)
Mi tesis se establece en ese rigor simbólico al que se someten los matrimonios homoparentales a la violencia institucional que se ejerce en la búsqueda de una aceptación dentro del marco familiar  tradicional. Para re descubrir nuevas  formas de convivencia que replantean a la  familia tradicional y esta búsqueda anexa por la igualdad.
El matrimonio en la actualidad representa aún, el núcleo de formación para el individuo, cada miembro tiene una función, como una especie de engranaje. Cualquier anomalía dentro de esta concepción se podría considerar un fallo  inmerso en la institución.  Se define familia como un sistema, “un conjunto de personas que conviven bajo el mismo techo, organizadas en roles fijos (padre, madre, hermanos, etc.) con vínculos consanguíneos o no, con un modo de existencia económico y social comunes, con sentimientos afectivos que los unen y aglutinan” (Instituto Interamericano del Niño: 1) en una definición que hace una apertura al sistema adoptivo como opción. Algunas otras la definen como “la más antigua de las instituciones humanas (…) a través de ella la comunidad no solo se provee  de sus miembros, sino que se encarga de prepáralos para que cumplan satisfactoriamente el papel social que les corresponde” (Chávez Asencio: 4)
En ambas definiciones, se busca  que los individuos ejerzan su rol social, ligado inherentemente por el género sexual que los forma como individuos aptos para entrar en el sistema familiar. Por otra parte, sabemos que el lenguaje técnico de aspectos jurídicos o políticos como el matrimonio o la medicina, deja de lado estas nuevas formas de relaciones porque transgreden  la heteronormatividad,  a pesar de que es evidente, que la concepción de la familia burguesa se ha mutado.  
Pero el artículo 4° de la constitución mexicana de 1917  establece  que “el varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el desarrollo de la familia” gracias a esa ley, el estado se siente con el derecho y la obligación de considerar los problemas familiares inherentes al orden público, pero también da pie a la búsqueda por  la igualdad, esta insistencia de hacer de lo  privado algo público, justificando que al Estado le interesa lo que sucede con sus mejores intenciones de establecer el orden.  En este sentido ¿Está marcado por la constitución que una mujer, de preferencias sexuales adveras o un hombre, no pueda formar una familia con la misma equidad que una mujer o un hombre heterosexuales? ¿Es realmente un impedimento jurídico? ¿O se tiene que vivir la condición de los roles que cada género representa para poder emprender una familia? Existen muchas interrogantes al respecto. Más me limitaré a intentar contestar algunas de ellas. Lo verdaderamente importante es marcar la mentira Constitucional que vive la república mexicana actualmente. La Constitución es lo que las regiones a Dios. Lo alejan del pueblo, lo transmutan y no queda más que amarlo como está ahora. Si es que las leyes cambian, ¿cómo es posible que no cambien para resguardar y proteger a las nuevas familias? ¿Es realmente la ley o es parte de una conciencia social tradicional?  Me voy inevitablemente con el episteme, esta conciencia conservadora que ordena la realidad conforme a una “naturalidad” inexistente que impide que el pensamiento evolucione. Es cierto, en la actualidad existe más apertura con relación a los matrimonios de parejas homosexuales. Pero es una aceptación por la condición homosexual, no por la insistencia a  un reconocer esta igualdad. Como se cuestiona Kosofsky “¿Es necesario definirnos como gays de manera discursiva para poder serlo?” (…) “he salido del armario, luego existo” (Epistemologías del armario 10)  frase que tuvo en la ilustración un poder sorprendente de preponer la idea antes que el individuo. La heterosexualidad necesita a la homosexualidad como discurso para definirse como tal, según Kosofsky la heterosexualidad no se encuentra en un lugar privilegiado ante la homosexualidad, sino que lo ve como una dualidad, un distintivo.
 Dicho de otra manera, no debería existir la definición de matrimonios homosexuales o familias homoparentales, si estamos hablando de ser igualitarios ante la ley y el Estado.
La familia, no es lo que conocíamos anteriormente, la dote, la condición social y demás parámetros como estrategias cuidadosamente elaboradas quedan únicamente en la literatura y más “como una adquisición social, que una fuente de felicidad afectiva” (Knibiehler 1993: 383). La familia tradicional se han difuminando debido a los cambios sociales inminentes. La apertura a la autonomía de la mujer, los divorcios, los embarazos no deseados, etc. Se pierde esta concepción para implementar las trasformaciones de familias y matrimonios. Ya no hablamos solamente de matrimonios homoparentales, sino de relaciones después del divorcio, de familias conjugadas por tíos, abuelos y primos, o padres de familia solteros o viudos que inminentemente nos llevan a subversivisar el concepto de familia tradicional. La creencia de que la figura del padre es esencial para la formación de los hijos es simbólica en toda la definición. El hijo, se puede ver afectado no por  la ausencia de un padre-esto en el sentido de que no lo haya conocido, o que tenga una madre- sino por la idea errónea de que un hijo necesita, naturalmente, de un padre varón.
Los roles, por otra parte,  se encuentran mimetizados a las conductas heterosexuales normativas. En este sentido, hay siempre un deseo de dominación igualitaria universal, pues los géneros se definen por conductas y pautas que nos determinan como sujetos masculinos o femeninos, he aquí el dilema del género como aspecto simbólico  y cultural.  En el caso de las parejas homosexuales, aunque son minorías, y “se apartan del orden natural de las cosas” esta idea de pasividad y actividad están inmersas de manera contundente en  el pensamiento. El hombre o la mujer que adopta pausas femeninas, siempre será el pasivo, el dominado, donde es notorio, este discurso de poder del que nos habla Foucault. Es por eso que  la sensibilidad o la emoción inmersas en un sujeto masculino-hablando de la conducta masculina- es clasificado como débil. Nos dice Bourdieu “ser hombre, es de entrada, hallarse en un posición que implica poder” (200:85).  La violencia, física, simbólica o psicológica también es vivida entre parejas del mismo sexo-nadie trata de edificar la homosexualidad- hay un notorio fallo, por seguir o mimetizar la construcción de matrimonio o familia heteronormativa tradicionalista. Tener y ser el falo.
Juan Pablo Shutherland[2]  nos habla precisamente, del matrimonio, heterosexual, como institución  univoca, y se cuestiona la insistencia por querer establecer un modelo de matrimonio tradicional-patriarcal, aún y cuando existen muchas formas de convivencia. También nos dice, que dicho modelo heterosexual universal, que es el matrimonio, se encuentra institucionalizado y sumamente naturalizado por la iglesia, por el Estado y la escuela como institución; bajo esta visión  son los primeros que ejercen una violencia simbólica en los procedimientos jurídicos y normativos, instituciones tradicionalistas que oprimen a las minorías y aquellos que tensan o destabilizan el orden natural que le otorgamos al pensamiento (90).  Entonces, ¿realmente se busca este modelo de convivencia? Si este mismo modelo deja fuera a la subjetividad de las  minorías y son tensionadas por el poder social y cultural. Se cuestiona Shutherland “¿no estaremos dejando nuestros cuerpos en el closet para volvernos legibles, y finalmente, productivos?” (90) cuando buscamos legitimizar  (hacerlo verdad única) este régimen político-heteronormativo.  Sería pedirle su látigo certificador al Estado. Sin embargo, la legitimidad, aun dentro de nuestra decisión por diferentes formas de convivencia, es algo que, de principio, nunca debió haber sido arrebatado.  (hablando de igualdad de nuevo)
Pero siempre existe un beneficio para este voraz capitalismo-abriré un pequeño paréntesis con relación al concepto de ser productivos de Shuterland- Si ser homosexual, fuera verdaderamente un crimen, ¿Por qué la sociedad nos permite ser parte de ella en cuanto a capital y producción? Si bien, las relaciones o matrimonios homoparentales alteran el nivel de reproducción dentro la sociedad. El capitalismo ha sabido sacarle provecho. Esto me interesa mencionarlo, para objetivar como el mismo Estado incita y da acceso a estas minorías cuando es algo convenientemente favorable para él.  Existen muchos clubs sociales, grupos, puntos de reunión donde  los homosexuales van a la cabeza dentro del consumo capitalista. Aquí intervendré en primera persona, porque he sido testigo, por familiares y amigos, de los derrochadores y consumistas que puede ser la industria de productos para homosexuales-el simple hecho de que pueda concebirlo como “productos para…” es sorprendente- No digo que no pase lo mismo con los cosméticos de las mujeres ni los juguetes para los niños, pero ellos no son clasificados como minorías agravadas sin determinado contexto.  En estos clubs se manifiestan formas de relacionarse diversas. Es un cierto “espacio” que se le brinda el Estado a estas minorías para ejercerse libremente sin preocupación de agresión o discriminación. No somos sexualmente productivos, en la mayoría de los casos, se sale de la normatividad, es pecado etc. Pero, el Estado no puede dejar de darnos el lugar mientras seamos consumistas excesivos y dejemos el distintivo de lo heterosexual.  Doble moral. (Imparcialidad de postura a veces si a veces no)
Es por eso, que alrededor de la represión, la homofóbica y  la exclusión. La llamada “Cultura Gay” ha creado sus formas de convivencia y comunicación fuera de cualquiera régimen legal. Actualmente existe colectivos de homosexuales gays y lesbianas que intercambian sus parejas sexuales teniendo hijos entre ellos. Ambos bandos reconocen su responsabilidad y llegan a un acuerdo sin necesidad de atender al Estado.  Esto despliega diferentes modos de convivencia y parentesco  que posibilidad otras formas de familia.
Con la existencia de estas propuestas para formular la familia con variantes inminentes, entonces ¿qué beneficios se podían encontrar en el matrimonio legal? No se trata solamente de cuestiones cursis y románticas del matrimonio ni solo aspectos legales que posibiliten una familia. Sino de igualdad, “la aplicabilidad de los mismo derechos como el resto de los individuos de la sociedad” (91) ese es el punto, al que el matrimonio homoparental intentan pegar en la posición más político de la problemática. Esta búsqueda para que el estado deje de prohibir, la adopción o la concepción de hijos por su “derecho u obligación” a estar inmersos dentro del orden de lo privado, porque ven por la familia, por una estabilidad simbólica que es necesaria resguardar por el bien de los individuos.  Pero la familia ya no es lo que antes, se buscan aspiraciones fuera  de la llamada arqueología moderadora (matrimonio, nos dice Sutherland) el matrimonio como modelo de convivencia se va dejando atrás. Hasta las formas heterosexuales emigran a otros medios de convivencia social y amorosa: el vivir en unión libre, la monogamia, los divorcios, la adopción etc.
En conclusión, el matrimonio homoparental, solamente hace visible una notoria desigualdad. Es una búsqueda, por alzar la voz en protesta y marcar una subordinación por parte de Estado. Los mismos derechos siempre  se han tenido, somos libres de formar una familia y en ninguna parte se escribe que por las preferencias sexuales no es algo que se impida ejercer. Debemos plantearnos fuera ya de la concepción de un matrimonio patriarcal, fuera de sus vicios y sus errores primordialmente. Y eso, es precisamente la dificultad, imaginar nuevas formas de ser, de reinventar nuestras subjetividad, porque esto implica ir más allá de nuestros cuerpos y nuestros sentimientos, ir más allá de lo heteronormativo y de lo natural.



Bibliografía
Bourdieu Pierre. La dominación masculina. Barcelona: editorial anagrama. 2000. Digital.
Carabí Angeles, Segarra Marta.  Nuevas masculinidades. Barcelona: Icaria editorial. 1994. Impreso.
Chávez Asencio Manuel F. La familia y los derechos humanos. http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/jurid/cont/21/pr/pr10.pdf
Duby George, Perrot Michell Historia de las mujeres. “La mujer civil, pública y privada” por Yvonne Knibiehler, Taurusminur. 2001. Madrid.
Shutherland Juan Pablo Multitudes minoritarias, batallas sexuales y matrimonio hegemónico. Revista: Papel máquina. Editorial Palinódia. Santiago de Chile, 2008.
Kosofsky Eve. Epistemologías del armario. Edición de la Tempestad. Barcelo. 1998. Digital.



[1] Rae: Trastornar, revolver, destruir, especialmente en lo moral.
[2] En su artículo: Multitudes minoritarias, batallas sexuales y matrimonio hegemónico.