lunes, 3 de diciembre de 2012

Yo no te quiero en la Luna





Estas historias siempre son las mismas, ella es pobre, él rico, mueren mutuamente por su amor. Pero en toda la trama solo ocasionalmente lo consiguen.  Alguien busca separarlos y acabar con la efímera felicidad de los enamorados. Al final vencen las adversidades, se casan, tiene hijos y muere hasta la senectud. Qué mierda tan más aburrida. Estúpidas estructuras… eran las cosas que Claudia solía decir cuando mirábamos la televisión, a las ocho u ocho quince de la tarde…deberían matar a la protagonista o hacerla sufrir, algo más naturalista y realista. Cállate Claudia,  le decía mientras presionaba mis pechos sobre su cuerpo, jugando un juego seco, acurrucándome un poco a  sus extremidad con el pretexto de terminar  la telenovela en paz, en tranquilidad.
La muerte para mi nunca fue un juego, era destructora de planes, que eran parte de mi obsesión. Planee mi vida desde los diez años, y debido a eso aceptar mi homosexualidad era algo que en realidad me costó. Para mí todo debía seguir una estructura clásica, un inicio y un final. Por eso me molestaba ver telenovelas con Claudia,  nunca terminábamos de ver el tan esperado final. Nunca terminábamos las novelas, tampoco las tareas. Duramos tres años para arreglar las goteras del departamento y pasamos cuatro navidades sin arbolito. Claudia detestaba las fechas, odiaba los números, el orden precipitado de la vida, las pitonisas, los horóscopos  y la manía humana de querer guardar el tiempo y apilarlos en cajas sentimentales para una eternidad que nunca era.
 -Estas acciones son inevitables. ¿Qué puedo hacer? alguien debe recordarte que cumples un año más y que el recibo de la luz vence este mes  le decía. Ella me miraba, y meneaba la cabeza. A veces, su soberbia y la forma despreocupada en la que vivía la vida me hacían sentir estúpida. A mí me tocaba hacerla reír en tiempos de sangre, en tiempos de dolor y ausencia. ¿Cómo podía alguien tan indiferente con la vida  hacerme fuerte para seguir con la mía? En el Hospital todos nos visitaban, sus compañeros de trabajo, sus amigos;  era curiosos como se compadecían de mi, ¿Qué tan mala no serás conmigo Claudia? que todos se preocupan más por mí que por ti ...era triste, pero Claudia solo sonreía y un sentimiento de temor y arrepentimiento se marcaba en sus cejas.

Mi madre me lo decía ella no mija, esa muchacha es demasiado seria para ti. Sí querías algo frío e indiferente te hubieras casado con tu primo Richy, para mi madre las cosas eran sencillas. La mujer se condenaba a tener el hombre más  inútil de la existencia para cargar con él como santa cruz. Era el pecio de ser mujer y "no trabajar" ni "chingarle". Hubiera querido casarme con mi primo Richy, pero en realidad, nunca puede ni besar a un hombre. Siempre me sentí impotente con respecto a ello, yo buscaba una normalidad como la de todos, quería un novio o un amante, pero no, los pechos de mis compañeras me arrastraban a pensamientos perversos y llenos de anomalías para mi realidad. Entonces conocí a Claudia, llevaba pantalones de militar, una chaleco sin nada abajo y unas botas con bombitas, se veía tan despreocupada,   ser veía tan diferente a todo, tan irreal;  no puede desviar mis sentimientos de ella, en realidad, creo que la amé porque era lo que yo nunca me había atrevido a ser, libre.

Nadie podrá comprender mi amor por esa mujer, nadie entendería que su indiferencia y su ligera visión de la vida era mi tratamiento contra la locura. ...yo quiero volar contigo, Claudia. Quiero más que este departamento. Te quiero, quiero hijos, como único e inexorable nexo de nuestras vidas. Claudia me miraba, se alejaba un poco y recapacitaba. Puedes tener tus hijos, quién soy yo para arrancarte los sueños. Y para eso, no me necesitas cariño, no estas atada...Lo estaba, siempre estuve atada a su frialdad, a su distante y despreocupada forma de tratarme, como un campo de minas, como un tesoro que no vale la pena descubrir. Yo no te quiero en la Luna Claudia, me niego a que esa seductora  te conquiste, me niego a que sea eje de tu mundo y me pone mal pensar que a ti no te importa lo ajena que te siento.

¿Cuántas vidas más habrán sido contigo Claudia? le preguntaba mientras frotaba su espalda con la esponja. Lavando sus nalgas frías, tallando con suavidad su pubis, sus manos moradas, limpiando a profundidad sus orejas y su escaso cabello. ¿Cuánto más será el dolor de verte así? ¿Si te perdiera dolería menos ? ¿En verdad morirá algo de mi contigo? ....¡vieja dramática que eres! dices, mientras tus ojos se humedecen y disimulas el llanto  Esa imprudencia tuya hablar de ese modo,  nada te pasara debes vivir tu vida, mírame amor,  esto ya no es vida cielo, hace meses que no vivo. Y no te preocupes, tú  no morirías por mi, te darás cuenta que no necesitas una enferma retraída como yo, pronto estarás en los brazos de alguien y entonces yo solo seré un recuerdo  muy triste...la boca se me secó con sus palabras, yo movía la cabeza aferrándome a su débil  cuerpo ¡Claudia, Claudia! No digas eso, bebé.


Ella enfermo con rapidez, fue algo curioso, un día se desmayó mientras hacíamos el amor, después durante su caminata. Es demasiado, pensé. La obligué a ir con el doctor, Claudia moría, se moría desde hacia unos seis meses. Yo miraba sus ojos reflejando mi  incrédulo terror, después de tanto cuidar su vida como si fuese una madre, Claudia moría de algo desconocido  algo que no producía el tabaco, porque la obligué a dejarlo, ni el alcohol, ni las drogas, ni el sexo ni nada. Claudia moría por ley natural. La miraba sobre la cama, sudorosa, con ganas de tragarse al mundo, su reloj se marcaba, hacia un sonido catastrófico en el silencioso hospital. Conformismo, decía, la vida se me fue en conformismos. mientras me miraba, cruel.

En una ocasión  mirando las nuevas telenovelas, la vi reír, comenzó  a dar carcajadas enormes que me obligaron a salir de la habitación para prevenir escándalos. ¿Qué sucede? ¿has tenido un mal sueño? le pregunto y no contesta, de inmediato pensé en el dolor, en el dolor de una enfermedad desconocía  ¿cómo sería su dolor?. Su risa se detuvo en seco, un seco tan seco que las palabras salían  aplastas de su boca. Míralos María, mira como van felices por sus vidas, al fin él la ha conquistado sin importar nada ni nadie, al fin vivirán juntos por siempre, para siempre, como nosotras María.  Unas gruesas lagrimas salieron de mis ojos, con sollozos incontenibles, no quería prenderla. Jamás pensé en perderle en realidad, entonces lo supe, entonces me di cuenta, no estaba lista para perderle. No me voy porque ya esté lista, me voy porque tú ya estas lista, mira la pesadumbre en tus ojos mi amada María, eres lo único bueno que mi indiferencia me ha dado. Y me duele no haber sido mejor, no es que no te amara, solo no lo hacia como tu querías, pero mírame, mira la luna de mis ojos, siempre fuiste tú-  Me besó la frente, paso sus manos por mi espalda, por ultima vez. Me susurró:  Debí darte amor mutuo, al final, siempre tuvimos alguien que pudiera separarnos, ojalá que todo fuera partida de un villano  tangible para después tener efímera felicidad, ojalá te hubiera dado mil bebés y ser por fin eternas... mientras cerraba los ojos,  borrándose la eterna luna de su mirada. 










domingo, 4 de noviembre de 2012

"maycro" cuentos

"El pez"

"Me miré profunda, levantándome  sobre  las oblicuas piedras, y el pez nada."


Eréndira

"Tenia el vestido de lirios hasta la cintura, los brazos atados y las mejillas coloradas por el estupor, entre la candidez de sus suspiros vislumbró con aire mágico un hermoso acuario que le salvó del infierno, del jadeo y el sudor"

"El viejo molino"

"Había tanto polvo sobre sus caras, la familia García no sabía que creer. En los reportes policíacos decían que el polvo y el estruendo habían sido por  la caída del viejo molino. Ninguno de los García  mencionó el aleteo de los ángeles que temerosos se alejaron"


"Cita"

"La mujer pidió un vino exagerado, jugó unos minutos con un gran trozo de paté. Me besó tierna en los labios,  y mientras se alejaba, caí en la cuenta"



Para Noemí y Sara-millo, sí.

jueves, 18 de octubre de 2012

Hipotermia.

Si me dices niña, que ya no importa, te diré:
"mira que lindas las flores, mira como se
encogen en el invierno que ahora apaña a la  luna"
verás como mis ojos mienten, y
le diré "no" a un "sí" en hipotermia;
 que limosnea, en
la condición precaria del corazón, algún candor
que resople tu viento de primavera.

"Es sentimiento herrado" diré a quienes
se pregunten la tenue agonía de estos versos.
Te diré niña por el simple camuflaje del deseo,
te haré saber que no eres importante
aunque tu nombre me erice como
el ligero orgasmo que el  silbante soplido del viento  da a la piel.

Nuestras pieles niña, que están condenadas
al frío interminable e indefinido. A un frío
que apenas inicia.

              Y cuando siento que ya es mía,
                                                despierto.


martes, 9 de octubre de 2012

Somos con "S" de mujeres



Somos...
 somos eso que inicia y termina entre los brazos de alguien
somos de ese, de aquel, del otro; sí así se nos apetece.
somos  el triángulo se seda entre las piernas.
Somos el tesorito que ya ningún pirata quiere.

A veces, somos sirvientas en la cama, y fieras en la oficina.
Somos el espasmo, la sangre y la agonía,
 la neurosis de nacimiento,
somos el hijo no querido, que despreciamos entre las tripas
y somos aquel que nunca va a llegar, y le esperamos con lágrimas en las pupilas.

Somos la fiera libertad e independencia que nos hace sentir vivas.
Somos más de lo que creemos, porque lo que creemos siempre ha estado dicho.
Somos más que un sentimiento a carne viva, somos la razón en momentos de locura.
No conocemos el quiebre, porque lo tenemos atado a la cintura.
Y somos tantas cosas que al mismo tiempo dejamos de serlo todo,
dejamos de ser una para ser la otra, dejamos a la otra por ser la una,
a veces nos dejamos para estar solas
Pero  siempre somos nosotras.

jueves, 4 de octubre de 2012

Relatos poéticos

"De cuando Daniel"


Cuando era niña, traté de impresionar al niño bribón  compañero de mi infancia, fingiendo ser ruda, grosera y altanera como el. Algo que jamás había podido lograr. Era un chico flacucho, con ojos orientales con una cabello lacio, brillante y muy bello, y un aroma a polvo,  y a ropa guardada. Nunca lo amé, su carácter de chiquillo malcriado me lo impedían. La gente decía que mi destino era casarme con él, cuanto se equivoca.
Recuerdo cuando lo llevé  de compras con mis padres. Ellos no tenían dinero, y  pensé que es le impresionar a mi amigo, siendo malcriada y altanera con ellos.  Les ordené prácticamente  que me compraran unas papitas, de esas muy caras que vienen en un cilindro. Mis padres se negaron varias veces, hasta que lo conseguí. Pensé que se sentiría orgulloso de mi barbajanería infantil. No fue así. Me tomó del brazo y me dijo: "no está bien que le pidas cosas a tus papás si no tiene dinero para comprártelo"
Entonces aprendí que nunca terminaré de complacer a alguien
Comprendí que  no tengo que fingir algo que no soy para que me quieran
Aprendí que no siempre puedo tener todo lo que yo quiera. Y sobre todo, aprendí a no olvidar las grandes enseñanzas de la vida.





"La cebolla" 
Un día, mientras mi mamá destazaba una gran cebolla morada comenzó a llorar. Lloraba tanto y sollozaba con gran pasión, que no podía contenerse. Así que arrojó el cuchillo y se lavó fieramente las manos dos veces con limón, preocupada. Incrédula del homicidio que acababa de cometer.


"El negro y la güera"

Yo tenía dos amigos, uno negro y una güera. Ambos eran muy chiquitos. La güera era más pequeña que el negro. Ambos era primos y vivían junto a la casa de mi abuela. Jugábamos a los castillos y a los héroes en  aquel parque. Jugábamos a que nunca creceríamos y  siempre seríamos amigos; hacíamos bromas con pañales y chocolate. Tocábamos casas y dejábamos piedras exasperando a los ancianos vecinos.
La muerte repentina de su abuela terminó con nuestra amistad. A veces yo iba a preguntar por ellos, pero no había quien les diera permiso de salir. El negro tenía sangre chicana y se fue para allá, la güera aun vive en la casa de alado, pero como era muy pequeña no recuerda nuestra amistad.  Pasaba largas horas aburrida en la casa de mi abuela. Deje de ir por la ausencia de mis amigos. Ahora, después de tanto les veo y les grito "¡Negro, güera!" se dan media vuelta y me dicen "somos Leonel y Alejandra" yo sonrío cabizbaja, mientras ellos se van.


"La abuela Petra"


Nunca conocí mujer más trabajadora que mi abuela Petra
era como un hormiga, que siempre iba en busca de comida
mi abuela Petra, era maravillosa
nos daba té; té de manzanilla, de laurel,
de gordolobo y hojas secas de coca.

Nos sobaba duro y sin piedad
cuando la comida se nos pegaba al cuero
y lo tronaba y nos pasaba un huevo
para que el mal de ojo se nos alejara como si
espantara fantasmas del cuerpo.

Mi abuela Petra era increíble.
 Le gustaban los chistes raros; "estas jodida" decía,
"estás bien jodida" decía, si la mujer entre sus piernas guardaba el secreto.


Siempre sirvió a sus hijos, pero
los nietos eran primero, ¡ay como los quiso!
y había quienes no le merecían
y ella tenía abrazos y caricias aunque no lo merecían

Cargaba a todos lados, su anforita de tequila
de vez en cuando le daba un trago de pecho
y así aguantaba su vida de hormiga.

Mi abuela Petra, siempre fue terca.
Aun en su muerte  fue terca
no dejaba que la parca se la llevara;
no por temor a la muerte, sino por dejar
solos a sus hijos, y nietos.







miércoles, 3 de octubre de 2012

Moxxo amor de primavera.

"¿Qué haces tomándote fotos moxxa?
Le dije, perdida entre las descaradas copas de sus senos.

y era mi deleite, y era  vergüenza, y era mi capricho
mirarle  el lunar único habitante en su pecho.
no existe más ahí, en su pecho había un  gran hueco.
tenía el corazón mas perdido que
la decencia entre las piernas.

"En noches como estas la tuve entre mis brazos"
versos como estos fueron tantos a su oído
mientras ella, pedía unas caguama.

Nunca su cuerpo tuvo el deleite de la dulzura;
la amargura de su lengua era el sudor de la experiencia.

Entre los hombres se corría, y algunas mujeres, ya con la peda
encima, eran más que sus amigas.

yo tenía la dicha de ver su aurora cada mañana,
y daba gracias al cielo, de no despertar con las uñas
buchonas clavas en mi espalda.

"él la tuvo, ellos la tuvieron, a veces yo también la tenía."

No le gustaba leer poesía, pero curiosamente hacía hermosos
versos sobre la cama.
Tampoco le apasionaba el cine, prefería tenerme atada
entre sus bragas.

Aun pienso en ella, aun me mata la imagen de su lacerante mirada,
a veces la espero en el San Juan, a veces lo olvido
y compro dos caguamas.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Taciturna y baile gitano.




Lo siento amiga, no creas que no te siento
Te cantaré unos  versos, para que veas
Que aun eres musa de mi argumento:
Eres riachuelo de las pampas,
Que darían las gritas terrenales por tus aguas  dulces, hermana.  
Eres la vida entre mis montañas desérticas.
Eres la dulce brisa de un otoño tardío
Eres todo lo que va contigo.

Y parece que esto es improvisado
que va un beso en tu cara
y otro en tu sombra fraguada
dormida  sobre la siempre misma cama.

Taciturna, como la noche eres  amiga
eres  tan quieta como el felino e invisible como el viento
cautelosa y pensativa, ingeniosa y muy tímida,
eres esa otra parte amiga, eres la cara de la luna que nadie ha visto
.
Yo soy el baile del gitano, soy como mil guerras en los Balcanes.
No me amarro los zapatos por temor a echar raíces, y quedarme,
A mi me gusta Gritarle a las cosas,
 el silencio para mi no es paz, el silencio me absorta.

Somos la diferencia en carne viva, somos
las cosas muertas, somos el ombú que respira.
Somos más que un poema, somos leche, leche materna.
Y estoy dispuesta a la vida pasiva amiga, a abrocharme los zapatos, 
echar  raíces y  darte frutos bastos.
A dejar las guerras y los bailes
por pasarme la vida a tu lado, amiga.









sábado, 29 de septiembre de 2012

Algo extraño es la ausencia de extrañar.


Si te digo,  niña, lo que es extrañar tu ausencia
Seria filosofía experta
Yo no puedo con ello, apenas si podría escribirlo
Apenas si me doy a entender entre letras.
Los versos me ayudan, no busco darte
doctrina de ideas claras,
Si no  descargar el féretro del pecho.

Pues esta ausencia tuya, tan caprichosa
es tan inefable flor, es tan corrompida razón
que no puedo más que decirlo con parafraseo:
Extraño tu ausencia, niña.

Y la extraño como a las cosas que nunca he tenido
De esa extraña complicación de extrañar la ausencia
Que siempre has estado ausente ¡Ay niña¡ ¿Qué es esto?
¿Cómo le llama la ciencia a esta melancolía de añorar
lo que nunca se ha tenido?

Aun se complica más en el corazón
Si le preguntas a él te dirá que todo es la razón, que
Él no es más que el motor de la vida, que no le gusta
Tener siempre la culpa. ¡Pobre corazón niña!
Pero más ingrata  y desfavorecida es la razón. Villana, que
me arrastra a la confusión constante, que no sabe si
ausentarte o si podrá  olvidarte.

Ya nada importa niña, mejor vete pronto.
Las campanas han dado ya las ocho, déjame descansar
la ternura de no tenerte,  en la penumbra.
Viéndote a lo lejos, sin decirte nada
Con la despedida laceral del adiós rutinario.
¡Vete niña! Antes que la razón se quiebre
Y la locura me haga arrancarte un beso o dos
Mejor queda como un recuerdo en mi mente
Como la extraña ausencia qué no fue ni extraña ni ausencia.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Los espacios



Ella tenía una jovialidad inefable, tan complicada como las despedidas.  Con treinta y dos años, su  mirada estaba llena de tristeza, esa tristeza que reclama  felicidad con paso lentos y torpes, de esa felicidad que ya no existe, de esa que murió entre los Balcanes, entre los muros de la antigua Roma. Su belleza era agresiva,  como un gancho en el estómago, pudo haber sido musa y femme fatale de cualquier poeta;  Dímelo a mi, yo me enamoré de ella en cuanto la vi. Llevaba un vestido rosa, cubierto de flores frescas, zapatos de tacón no muy altos que alargaban su caucásico cuerpo. Su cabello: era como una madre Selva, estaba trenzado con una peineta; oscuro, profundamente oscuro. Ahí estaba, de pie, a lado de él.  Con la mirada fija en mis ojos. No puede probar alimento en aquel  fino restauran italiano. El simple ritmo de su respiración me estremecía. No recuerdo haber sentido algo así en mi vida, en realidad, no recuerdo mucho de mi vida cuando no estaba ella.

La amé intensamente e infinitamente desde ese momento. Ella vibraba con mi canto, yo con su poesía. Durante varios años fue así, distante, tan secreto y prohibido. Pero los cuerpos exigían su tiempo, su espacio en el cosmos.  Y se lo dimos.

Recuerdo miles de tardes lluviosas con noches tan frías como nuestras manos. La  miraba fijamente, me miraba  con una bella sonrisa que marcaba unos graciosos riachuelos en sus mejillas. En ratos, pasaba una mano discreta, lentamente por sus pechos, hasta subir a  la barbilla y bajar. A veces, dejábamos que el incidente se apoderara de las manos  para tocarnos, acariciarnos las manos en público era como un deporte extremo, bajo la mesa los pisos relucientes de aquel restaurante Italiano me dejaban contemplar un prominente triangulo  de seda. Me sentía como un chiquillo travieso mirándole la entre pierna a su maestra. 

El anillo de piedra azul; le pedía tantas veces que se lo quitara. Ese anillo era un recordatorio del espacio, de mi reducido espacio. Desde ese momento cualquier artefacto de un azul intenso me producida repudio y temor. Mi amada, con temor a perderle, simplemente volteaba la piedra y continuábamos nuestro ritual. Terminábamos  en la cama. Después de una ronda de cafés americanos, el sexo tenía un sabor dulce. En esa cama, jugamos tantas veces a ser felices. Jugamos a que el mundo exterior no existía y flotábamos sobre el espacio, como en la película de Zatura. Nos fumábamos dos cigarros, a veces hasta diez. El amargo humo, curiosamente, me hacia despertar a la realidad. Siempre terminaba culpando a Dios o al mesero que tardó demasiado en traer la cuenta. Siempre quise ser más fuerte, decir que no.  Escaparme de esa dolorosa fantasía era mi propósito desde el momento en el que supe que lo nuestro tenía los días contados.  Ponerme propósitos en la vidas, nunca fue una filosofía para mí.

Platicamos de otros tiempos, de las otras personas  que seríamos al estar juntas.
“yo sería una lesbiana guapísima” me decía. Nunca dudé de su belleza, siempre dudé del verbo y el  sustantivo de esa oración.
No sé como lo hacía, pero  al final siempre terminaba enredada en su cuerpo. Bailábamos un danzón de pasos lentos, de jadeos y lagrimas. El plan iniciaba era una tierna charla en mi departamento, una charla efímera que terminaba en chillidos guturales y gruñidos bestiales. Los cuerpos estaban acostumbrados a una rutina de café,  cigarrillos, charla, discusiones banales y sexo. Toda la pasión contenida era demoníaca  Los enormes hematomas floridos en la piel, eran secuelas de la pasión que nos hervía la sangre. De una pasión escondida que exigua su tiempo y marcaban  su lugar. Y aunque se lo dábamos,  la pasión nunca tenía suficiente, siempre exigiendo más.

 Aun ahora, después de tanto tiempo, me aferro al recuerdo de su manera de tocarme y besarme, de pronunciar mi nombre con voz tenue, de darme una cátedra sobre cómo tocar su cuerpo, cómo le gustaba y la manera en que debía moverme; como si al final importara.  
Jamás entendió que mi anatomía me impedía complacerla a sus costumbres. “yo no soy como él” le susurraba en la penumbra, a la orilla de la cama. Ella se vestía y se marchaba con pasos furiosos destrozaba todo  a su paso en la oscuridad. Él, era el único ser que podía matar esa ardiente pasión. Era una bocanada de viento frío, un hielo rosando sobre la espalda, hidrógeno sobre la piel. Con solo recordarlo, las exigencias de nuestras almas se acallaban "este no es mi espacio" pensaba.

Durante las madrugadas, ella no era el único sabor que se quedaba en mi boca. La culpa  y los estragos de una noche prohibida me atormentaban con dolorosas jaquecas. Sabíamos que nuestro tiempo se agotaba. Lo cierto era que ninguna quiso pensar en eso. A veces me pregunto si ella la pasó igual que yo. Llorando aferrada a mi ropa, mirándose al espejo mientras descubría lo vieja y cansaba que se veía “yo no soy una lesbiana guapa”  pensaba mientras me miraba al sutil espejo. 
 El frío de aquella mañana no se sentía, apenas era una brisa en mi cuerpo. A pesar de que intenté no fumar para no volver a la realidad, fue imposible.   La idea de  que jamás la iba a volver a ver, me golpeaba en el pecho como un marro.  “No pasa nada, estarás bien” me repetía una y otra vez mientras lagrimas negras manchaban mis mejillas… “hazlo por él, debes pensar en él”

Nuestro último encuentro fortuito fue en su casa. Olía a pastel de carne y pay de limón. Después de tanto tiempo, sabía que era mi comida favorita. Me hacía sentir como marido y mujer. Estaba muy acostumbrada a la visión victoriana de la vida. Preparó toda una cena de despedida acompañada de un buen vino. Como parte de una promesa. Reímos, hablamos y lloramos tanto que estábamos muy agotadas como para hacer el amor.
A las tres de la mañana, mientras dormía en su pecho sonó su celular: “Amor, por qué llamas a esta hora…sí me despertaste…sí, se quedó conmigo, ya sabes que no me gusta estar sola… la fiesta estuvo bien…Sí, yo también te quiero…de tu parte” Levanté la cabeza, sus ojos guardaban nacidas  lágrimas que buscarían su cauce en cualquier momento. La aferré a mi cuerpo, la besé en los labios  y le dije “No, por favor... A partir de mañana podremos llorar  toda la vida”.  Y me dormí, caí en un sueño profundo, del cual deseaba no despertar jamás.
Desperté con el primer rayo de sol. Era la hora en la que el cielo parece estar teñido de sangre. Como si anunciara mi muerte, nuestra muerte. La vi dormida a mi lado, el onirísmo se llevó mi fantasía y supe que hoy era el día. El día que tenía eliminado de mi agenda, el que arrancaba de todos los calendarios que veía. Ese día. Tomé unos pantalones arrugados que estaban en el cesto de la ropa sin planchar pensando que eran de ella. "Son inmensos"-. Me dije, no recordaba cuan hombre era ahora.  Apenas recordaba el  instante en el que lo tuve entre mis brazos por primera vez, y me dijeron “es un varón, y es hermoso como tú” un hermoso niño con los ojos color cielo. Me comenzaron a temblar las manos. Acaricie mi rostro contra los pantalones y lloré, me sentía estúpida, malvada y miserable. Al final descubrí que siempre fue suya, al final nunca fue mía.
Me puse  su pantalón y la blusa favorita de ella. Salí sin despedirme, sin decir adiós o buena suerte. No tenía el coraje suficiente. Me había hecho una promesa de salud propia. Yo había cumplido “la despedida” “la última vez” ella debía cumplir  su “no me volverás a ver” “ya no quiero hacerles daño” era otro espacio que teníamos que complacer.

 Cuando llegué a mi casa, ahí estaba él, sentado en la mesa, tomando café en la taza que era de papá.: “¿Estuvo buena la fiesta hermanita?”  Me preguntó con un tono burlón. “buenísima--le contesté-. Casi como este café”  mientras sorbía un poco del café negro de su taza. Empezamos a bromear y golpearnos como chiquillos, mi relación con él siempre fue maravillosa. Él sonreía con ingenuidad mientras me interrogaba. Yo le mentía sin temor, le había mentido durante tantos años que frente a él, era una gran actriz y por consiguiente la mejor hermana y cuñada del mundo. Sentía que no merecía su amor incondicional, su confianza sin límites. Lo odiaba, lo amaba, y hasta sentía lastima por él.

"¿Cómo la viste, crees que ahora que se despejó estará mejor?” me preguntó. "Creo que sí. Creo que  necesitas amarla más -le contesté- necesitas hacerla sentirse importante, como a todos" entre mis entrañas se abría un abismo que desgarraba mi órganos. Él no tenía la culpa, él siempre estuvo bien. Era su esposo, siempre fue su espacio.
 Lo miraba mientras sopeaba un pan  duro en el café. Ingenuo, totalmente alejado de mi fantasía. Mi hermano conocía a su mujer como se conocen a los amigos a distancia. Sabía lo básico de su vida, sabia algunas cosas que le molestaban, algunas pocas que la alegraba, pero nunca llegó a fondo. Su relación no era muy buena, él siempre complaciéndola materialmente y ella aparentado ser una esposa feliz.
Alberto levantó la mirada hacia mí, camino despacio,  sostuvo mi rostro, mientras yo intentaba evadir su mirada. Era tanto mi amor y el dolor al mismo tiempo, que me enajenaba su dulzura. En ese momento sentía odio y envidia por él. Quería gritárselo todo, golpearlo y salir corriendo por ella.  Me daba rabia que la tuviera y no. Qué la hiciera feliz y no. Todo a medias. Mientras yo estaba completa, la conocía profundamente y dejaría cualquier cosa que ella me pidiera. Ella era mi espacio


Tuve temor en ese momento, temor de  que  con solo mirarme, lo supiera. Se acercó a mí, me miro la blusa y me dijo: "esa blusa te queda perfecta, hasta te parece a ella" "Gracias-le contesté- tú te parece a papá bebiendo café y leyendo el periódico con mucha autoridad”. Lo vi esbozar una sonrisa luminosa, los azules ojos se le llenaron de agua, emoción pura,  mientras orgulloso, imitaba en gestos y poses a papá. “Hoy mismos partimos a Madrid-me dijo-Nos vas a ir a despedir ¿verdad? sería terrible que no me despidieras, pero más terrible sería que no te despidieras de ella. Le romperías el corazón”. Sentía unas nauseas sofocantes,  el corazón se me hincho tanto, que su espacio en mi cuerpo me cortaba la respiración. Mi voz estaba por quebrarse, me alejé de él, con la miraba fija en el suelo, casi  con una voz ahogada intenté decirle: Te voy a ir a despedir hermano, aunque me duela, aunque llore, aunque llore  y creas que es por tu partida, aunque tenga que verla diciéndome adiós entre tus brazos, iré". Finalmente y por última vez, hice un viaje efímero de la fantasía a la realidad, y le contesté con un  simple e insípido “sí, sabes que ahí estaré."

jueves, 2 de agosto de 2012

Canción de Julieta y Ramona

Julieta y Ramona eran amigas,
la gente las veía, ¡ay! cómo las veía.
La gente las veía porque eran amigas.
Cuando ellas se besaban, la gente
las miraba y les decía, ¡ay cuantas cosas les decían!
Cuando Julieta y Ramona se besaban
La gente las miraba, la gente las señalaban  y no las querían
No las querían y las miraban.
Cuando ellas se besaban. La gente se enojaba.
La gente las miraba y
las señalaba.
No las querían y las miraban;
  a Julieta y a Ramona la gente las odiaba. Porque eran amigas
y aun así, se besaban.

jueves, 12 de julio de 2012


Hoy no quiere amanecer;
Y de inmediato pienso en ti; 
tus ojos ya deambulan por los subsuelo de lo abismal
ya es otra noche, otra noche sin un amanecer; de soledad, de ausencia
de una ausencia material, pero espiritualmente
inefable.

Las aguas no se han teñido rojas,  el cielo,
 bendito cielo color melancolía.
Los cerros estrepitados están diáfanos de nieve
e inmóviles.
El mar guarda silencio,
 Mientras, la luna te canta una tierna canción de cuna
Las estrellas, soldados de la noche,  hace un marcha fúnebre que te aleja del sueño.
ya no duermo, tú ya no sueñas ni despierto.


Y te das cuenta, cuenta de que te aferras a lo tangible;
en un intento fallido de alejarte de lo  espiritual. De lo que en realidad eres...
Eso que te da temor ser ya...

Ya no son tantas, si no miles las noches.
 Y tus ojos resguardan la agonía de los tiempos más tristes.
Los arboles en sus copas olvidan el invierno-¿tú cuando lo harás?- me pregunto, mientras miro tus ojos cansados…

Intento tocar tus manos, mientras el mar gélido brilla extenuante
y quema, quema como las palabras crueles al alma frágil, como la tuya.

Te arrastro a los ríos, en el intento de salvarte el espíritu.
Las aguas dulces... canoras de un escenario bucólico
en donde de nuevo, somos niños, y cosas como estas no importan.
Los días pasan, los tiempos cambia, nosotros somos los mismos. Y nada, nada
de esto importa.

¿Y tus ojos, tus ojos…? ¿dónde están tus ojos?



Todo es  culpa del grisáceo cielo.
A mi amigo Rubén. 

lunes, 9 de julio de 2012

Sin pecado concebido

I
Se lo pedí, le rogué a mi madre que no lo hiciera. Le pedí que no me internara en esa escuela religiosa: La Academia de nuestras Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús. Una prestigiada academia de señoritas. Y para mí, hospital para contrarrestar perversiones, mutilar vidas, sueños y erradicar enfermedades de orientación sexual, claro. Mi madre, esotérica hasta la muerte, aún piensa que mi condición es algo divinal, un castigo que le ha caído del cielo por haber abandonado a mi abuela en un asilo y haber dejado a mi padre en banca rota después del divorcio. Ella cree que al estar cerca de Dios, podré recobrar la normalidad perdida con la que nací. Pero en realidad, ella busca que yo pagué sus platos rotos ante Dios. Eso fue lo que me dijo ella, mi compañera de habitación. Ella en realidad hace imposible la irónica solución de mi madre… A mi compañera y a mí nos gusta rezar, en verdad que nos gusta rezar juntas. Levantar las manos, levantar el cuerpo y el alma a Cristo, nuestro señor. El silencio, amamos el silencio, la tranquilidad de la iglesia, el olor, el sabor de la ostia, del vino profanado que llega a nuestras bocas, con la gracia de algunas compañeras rebeldes. Ella hace que la sangre del salvador tenga un sabor no sólo profano, sino dulcemente pagano, y desafiante para mí.

II
Es divertido hacer enojar a la Madre superiora. Las mejillas se le ponen coloradas y sus anfibios ojos se saltan, se llena de agua de río. Algunas de las chicas han cortado sus faldas tan diminutas que la distancia entre la calceta blanca y el pliegue del faldón es kilométrica. No sé si lo hacen sólo para matar a la superiora de un coma diabético o para coquetear con el joven Jardinero de la escuela. Sea cual sea la razón, yo doy gracias a Dios por ello. No entiendo por qué le molesta tanto a la superiora, si parecen santas vírgenes diáfanas flotando en el aire…- “la piel de una mujer desnuda es pecado jovencitas. Significa que su cuerpo ha sido profanado más de una vez. Eso es pecado-." nos dice la superiora. “Querrá decir putería, madre” le grita desde un extremo mi compañera.
A veces la monja loca nos castiga con golpes secos en las piernas. Nuestro verdugo, una gruesa tabla de caoba que tiene un prominente clavo en una de sus orillas “la superiora nos quiere crucificar” dice Mariela, otra de las chicas. Algunas otras le dice Pilatos y otras tantas creen que es el mismo demonio, inmerso en la inocente imagen de una monja. Para mí, sólo es una mujer frígida, que tomó malas decisiones en su vida. Deberían ver como suspira cada vez que ve al padre Joaquín. Cruza las manos como chiquilla enamorada, y hasta hace movimientos circulares con el pie mientras se le encienden las gordas y arrugadas mejillas. Le besa las manos al joven padre, con una pasión tacita y después la mete entre sus pechos. Es lo que aseguran haber visto algunas de las chicas. Pero yo no estoy segura, a veces también suspira cuando está frente a Cristo, y hace lo mismo…- Tal vez sea una loca doctrina de la antigüedad. Tal vez eso significa entregarse a Dios en cuerpo y alma-. Dice mi compañera, Gabriela. Mi compañera de cuarto, una chica hermosa, de voz fuerte, típica provinciana. Con piel morena, altura formidable y labios tan suaves, como acariciar los pétalos de las flores del claro; tan suaves y cálidos como sus manos…
Me encanta como se ve en faldón. La he mirado un par de veces en pantalones, otras tantas he tenido la fortuna de verle en calzones y sostén. Pero realmente me encanta entre los pliegues de ese puritano y repulsivo faldón negro. Parece tan santa, tan prohibida. Tan mía.

III
Adoro que se pasee sin sostén por el cuarto. Más me encanta que me pregunte “¿no lo has visto? Es rosa, con encaje” con culpabilidad evidente en los ojos; pasa diáfana un par de veces, con sus perfectas nalgas y sus caderas anchas, esperando a que suba la mirada; me atrevo a verle los pechos y le digo “no, ese no lo he visto. Tal vez en la lavandería” bajo la cabeza, río, y disimulo que sé leer la biblia.
A veces ciento que su presencia me quema, me arrojo al suelo y ella pone mi cabeza sobre sus piernas, mientras le rezo un padre nuestro. Mi cuerpo, casi inconsciente por su olor, se embriaga; me provoca succiona mis dedos. Los meto en lo más profundo de mi, tan profundo que me hace soltar un quejido. Ella me mira, y continúa recitando la oración. La biblia en sus manos comienza a quemarse. Mis deseos se queman ante su mirada.

                                                                            IV
Cada domingo, la madre superiora nos deja salir al pueblo. Dar una vuelta en bicicleta o tomar un helado. Pero a nosotras nos gusta quedarnos en la iglesia, a rezar. Rezamos en el confesionario, rezamos detrás del altar, rezamos en las capillas, rezamos, rezamos, siempre rezamos. Cuando vamos a la habitación, de nuevo nos ponemos a rezar. Yo siempre estoy de rodillas frente a una virgen: Mi virgen; me sujeta la cabeza con fuerza, y me aferra entre sus piernas repitiendo agitadamente “sin pecado concebido, sin pecado concebido ¡sin pecado concebido!” Y Rezamos, siempre estamos rezando.

V
Hoy mi madre me ha preguntado si me siento curada. Si me siento más cerca de Dios. Sonreí y le respondí: “madre, creo que nunca antes me había sentido más cerca del cielo”.






lunes, 11 de junio de 2012

A papá.

No lo recuerdo, pero estabas ahí
Contra los caballos de Apolo, entre las cristianas y funestas puertas
Del infierno.
Frente a la vida y la muerte. Ese pequeño incidente.
Pensando que la vida sin mí sería muerte, que la muerte sin mí no funcionaría.
Precario dilema es la vida. Que si la vives mueres que si no te mueres no vives.

Y pasan los años y no me atrevo,
a tomar tu mano firme a decirte a veces que te quiero
Porque ha pasado la polilla. Porque el sol quema la piel.
Por el simple hecho de que veas que también salivo, y siento.
Simplemente porque me arde la epiglotis y la faringe se  me quema.

Pero la razón es orgullosa Y a veces se niega, me ata  los caudales sensitivos
Me convierte en el gigante de hierro que tu padre era; en el gigante
injusto que aparentas ser, en el gigante que nunca he querido aceptar que soy.

¿Por qué te cuesta tanto demostrar amor? le pregunto al espejo,
admiranda del prominente seño, que también es el tuyo
carne enervada de la sangre tuya, que se revela
ante la injusticia de tu soberbia
y te admiras, y te lamentas y me-la-mento.

Me da pena tu estupidez,
tu gesto amable con aquellos que te abofetea ambas mejillas y escupe tu génesis.
Me da pena la dulzura con la que dice un “te odio” porque el “te amo” te hace llorar

En parte yo soy así.  Tan pendeja que no solo pongo las mejillas, 
pongo los pies al fuego y se me olvida qué cosa soy y  por qué 
me salvaste del infierno. Soy mal agradecida. Lo soy.

Tú crees que el mundo me pisotea, cuando me ves derrotada y 
con las alas rotas. Si vivo así es porque la vida así es 
más llevadera. Deja de reflejar tus logros
Yo nací imperfecta, también tengo otra sangre en mis venas

 A veces me gusta jugar a que soy como mamá. 
Menos oscura, más leche en miel. Pero te me sales viejo, te me sales.

Ahora lloras, porque a tu alrededor todo ha crecido, menos tú. 
Porque el tiempo no perdona y más te gustaría
que fuera la memoria la que argonauta, se perdiera entra las olas y no tú, y no yo.
Ésta vez, ya no puedes salvarme. Ésta vez ya no.